Uno de los temas que ha resonado en estos últimos días, en medios de comunicación tradicionales, digitales, en
prensa escrita, redes sociales, en conversaciones familiares y de amigos, y hasta en el manipulado espacio matutino que se transmite desde Palacio Nacional, con argumentos a favor y otros en contra, ha sido la defensa al Instituto Nacional Electoral, organismo que representa la lucha de muchos años por nuestra democracia.
Si bien he escrito en otros espacios sobre este asunto, en estos momentos es relevante sumarme a las inquietudes y preocupaciones expuestas por analistas, articulistas, especialistas, académicos, abogados, ciudadanos, pues a lo largo de este tiempo hemos aprendido, porque los resultados están a la vista, lo que es tener una institución sólida, confiable y que aplica las leyes electorales, árbitro que no se ha doblado ante el poder público, después de que por mucho tiempo el gobierno tuvo injerencia directa en las elecciones de este país.
Es necesario y urgente que todas y todos los que sabemos lo que ha costado llegar a donde estamos para ejercer nuestro pleno, comprometido y libre derecho a decidir por quién votamos, repitamos una y mil veces que la democracia no se toca, que las elecciones no se tocan, que nuestro voto no se toca.
Este esfuerzo ciudadano obedece a la negativa e insensible sordera de la mayoría legislativa después de la marcha del 13 de noviembre del 2022, que optó por obedecer, sin chistar, las órdenes del autoritario tabasqueño. De ahí la convocatoria a manifestarnos en el zócalo de la Ciudad de México y en las plazas de más de 90 ciudades, para exigir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ponga un alto a esta desatada cadena de inconstitucionalidades que se han cometido en estos últimos cuatro años. El llamado es claro y directo: la SCJN debe salvaguardar el espíritu de la ley suprema.
Si la democracia está en riesgo no es solo porque un hombre con poder y resentimiento se ha encargado de echar culpas a todo lo que no comulgue con su visión y de calumniar a quienes integran los órganos electorales, porque todo ello es parte de su estrategia para demoler a las instituciones y acabar con el pasado “neoliberal”.
Hoy defender nuestra democracia no es nada más un derecho. Estoy convencida, es nuestro deber cívico. No podemos permitir que la desesperanza, nuestro silencio, y quizás una adelantada resignación terminen por abonar a este proceso nocivo y destructivo de nuestras libertades y derechos. Hay que aceptarlo, muchos ahora beneficiados por el lucro electoral han decidido, por intimidación, por comodidad o simplemente por apatía, no hacer nada, sin siquiera pensar que esta inacción afecta la vida comunitaria. No se debe perder de vista que contrario a lo que se piensa, si los problemas se evaden, éstos no solo van a seguir, sino que se van a agudizar para perjudicar a todos.
Nos toca defender al INE porque con ello defendemos: nuestra democracia, el Estado de Derecho, elecciones libres, la gobernanza pacífica, la autonomía y la institucionalidad del sistema electoral, la igualdad, la paridad, la certeza en los resultados electorales, la emisión universal de la credencial para votar, la protección de nuestros datos personales.
Este deber de exigencia, demanda la participación de todas y todos los ciudadanos que, por supuesto, incluye a las y los militantes, legisladores y dirigentes de los partidos políticos, los cuales no se pueden excusar de no hacerlo, pues no me cansaré de afirmar que los políticos, antes de serlo, son ciudadanos. Tenemos que participar todos. No hacerlo puede costarnos muy caro.
Estamos llamados a participar, a tomar las decisiones adecuadas para reaccionar a tiempo y evitar la debacle democrática que dará paso al fortalecimiento de un autoritarismo que hoy ya perjudica y compromete el futuro nacional. No olvidemos que nuestra acción democrática no termina con depositar en las urnas nuestro voto. No podemos desentendernos y delegar en los políticos la toma de decisiones. No nos resignemos al “no hay nada más que hacer”. No faltemos el 26 de febrero a esta convocatoria ciudadana.
Por amor a México, hagamos que nuestra democracia funcione y que se respete la Constitución. Defendamos nuestros derechos y libertades. Vamos a dejar claro que mi voto y tu voto, son libres. El INE no se toca.
Adriana Dávila Fernández
Política y Activista