El 12 de Marzo de 1996, el Congreso de Guerrero designó por primera vez como gobernador a Ángel Aguirre Rivero, aquella vez llegaría al mando del ejecutivo del estado a raíz de la matanza de 17 campesinos en Aguas Blancas sustituyendo a Rubén Figueroa; no le faltaría ironía al destino (al menos dentro del ámbito político) cuando casi 20 años después, Aguirre Rivero habría de pasar la estafeta en la misma forma que le fue entregada 18 años antes.
El origen de su dimisión, bien podría hallarse en las entrañas mismas de su origen como gobernador electo del estado de Guerrero; Aguirre Rivero se hizo de su posición a través de la fuerza y de la alianza con la Izquierda Mexicana, fue su mismo interés personal el que le llevo a renunciar a 30 años de militancia dentro del PRI para en unos meses ser abanderado por el Partido de la Revolución Democrática y el Partido del Trabajo, y finalmente hacerse de la gubernatura en 2011. Esto de entrada denota ya una impulsividad visceral desmedida, misma que al día de hoy se traduce en una Entidad Federativa convulsionada y en estado comatoso, y en este contexto, Ángel Aguirre, se retira de la gubernatura, dejando 43 estudiantes desaparecidos, seis muertos, una fosa clandestina con 30 cadáveres, un alcalde y esposa fugitivos además de bloqueos constantes de la Autopista del Sol.
Siguiendo el ejemplo michoacano, será un académico el encargado de sanear a Guerrero. Se trata de Rogelio Ortega Martínez, originario de Taxco de Alarcón, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, quien antes de tomar protesta como gobernador sustituto, era secretario general de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), habiendo contendido por la rectoría de esa casa de estudios en tres ocasiones sin haberlo conseguido. Ortega Martínez también coordinó los trabajos de reforma política en el estado de Guerrero, durante el gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo, y fue dirigente de la Federación Estudiantil en la década de los ochenta.
Este académico ha asegurado que su administración como gobernador, le dará prioridad a la justicia del caso Iguala, anunciando como una de sus principales acciones, la limpia del tiradero que su predecesor deja, la creación de una comisión de notable y de absoluta credibilidad para investigar y dar solución al caso.
El rescate de Guerrero no será tarea fácil para nadie, pero sin duda esta vez la reconstrucción será en conjunto, la entidad habrá de recibir, y ahora mismo ya está recibiendo el apoyo necesario de la federación; la paz, y la restauración del tejido social tienen más posibilidades de alcanzarse en equipo. Hoy, con Rogelio Ortega, el estado de Guerrero vive una nueva oportunidad, la visión de un académico que procede de las filas de esos mismos estudiantes que hoy claman justicia, puede tener la solución y el alivio que demanda la sociedad guerrerense y mexicana.