Opinión

Si, es lo que me inquieta en estos días tan complejos para los gobiernos de México, a cargo del presidente Andrés Manuel López Obrador, y de su compañera de partido y política consentida, la doctora Claudia Sheinbaum, que trabajan en medio de escenarios inéditos, inesperados y que se quiera o no, se vieron agravados por circunstancias y hechos tan impensables como delicados

Cuando se tienen aspiraciones de ocupar un cargo público o de elección popular lo primordial es cuidar mucho el prestigio, pero sobre todo, limpiar el pasado, porque ahí se acumulan todo tipo de circunstancias adversas, y porque no decirlo, ahí se solventa o desaparece el prestigio o la fama que se haya

Pareciera que la inmediatez y prontitud se imponen a la calidad y legitimidad de los productos políticos que —en otros tiempos— se habrían logrado tras intensas y profundas mesas de negociación en las que —por lo menos en la forma—, previo a la toma de decisiones, se escuchaban a todas las voces e intereses inmiscuidos en los temas, lo que hacía que éstos contaran con un mayor respaldo tanto político como popular.

No, no son iguales, son peores. A la desgracia le dan el trato que demandan evitar; politizan cualquier acto que contraríe al proyecto transexenal. Y el discurso oficial es un insulto al sentido común que borda entre el gatopardismo y la cínica mentira.

Para entender el desastre moreniano, basta echarle ojo al signo de los tiempos, el “destapadero” de aspirantes al 24, según lo que leo y escuchamos, el presidente todavía es López Obrador, pero en sus parcelas la caballada anda muy acelerada, el que un Noroña se destape cuando aún faltan tres años de gobierno, no solo debería ser un mal chiste sino que refleja la ansiedad en un partido que se va desdibujando producto de la guerra intestina.