Las elecciones se ganan con votos, no con encuestas. Sin embargo, hay que reconocer que las mediciones marcan un camino o indicio de lo que hará el ciudadano o la ciudadana.
Después de varias experiencias donde las encuestas llegaron al extremo de hacer el ridículo, porque sus cifras estuvieron muy distanciadas de la realidad, en la actualidad las empresas se esmeran por el rigor en el método, para cuidar su credibilidad y el negocio.
Por supuesto que todavía hay quienes manejan números al gusto del cliente que paga la medición, pero eso se nota a primera vista, sobre todo cuando el candidato no pinta como candidato y aparece con amplia ventaja. Así no se ganan las elecciones.
A estas alturas, cuando faltan menos de 20 días para el seis de junio, todo indica que la sociedad tiene definido su voto, ya sabe a quien va a castigar y a quien va a premiar.
No le ha sido complicado definirlo, por una sencilla razón, conoce como la palma de su mano a los competidores. Las dos principales alianzas nominaron a los de siempre. Son caras conocidas que ya han sido gobierno. Sus acciones han desencantado.
Están de nuevo como candidatos o candidatas porque su ambición de poder y por seguir en el presupuesto, no tiene límite, no se resignan a vivir al margen del financiamiento público.
Por eso, más de uno o una, con su experiencia e influencia, se apuntó, en el caso de la elección de diputados, para competir por las dos vías, por la uninominal y plurinominal.
El objetivo es seguir en la cámara, al precio que sea, no perder el fuero ni la dieta legislativa.
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