En recientes semanas, donde México ha sido testigo de la muerte de dos jóvenes, uno en el estado de México y otra en Nuevo León, hay un punto de la
historia que parece pasar desapercibido o que de plano ya se ve como “normal”, que ambos estén relacionados con la ingestión del alcohol.
Uno pierde la vida víctima de botellazo al pelearse con elemento seguridad y la otra no queda claro si cae a cisterna por accidente o si previamente alguien la mató. El que antes de su deceso tomaran o no alcohol, no mereció importancia y mucho menos se vio como agravante.
En el mundo, no solo en México, se ha vuelto frecuente la imagen de jóvenes ligada al alcohol y la droga. Jóvenes muy jóvenes, menores de 18 años o apenas mayores de 18 años, con la complacencia de la sociedad, que caen en excesos en su propio perjuicio.
Ansiosos por el consumo descontrolado de productos que dañan salud. Hasta se enojan y pelean entre ellos por conseguirlos por la fuerza, en el total desamparo familiar o de los padres.
Grave la indiferencia, de sociedad y autoridades, que han llegado al extremo de ver “normal” lo que hacen jóvenes, mujeres y hombres, que caen en vicios que solo exhiben pérdida de valores y una convivencia en franca descomposición, desordenada.
Ni los padres de familia ni las autoridades pueden ni deben desentenderse del problema y mirar hacia otro lado o esconder la cabeza como avestruz. Cada vez hay más jóvenes que caen en la podredumbre, en escenarios donde la delincuencia destruye y mata.
Arturo Zárate Vite
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@zarateaz1
arturozarate.com