El choque de poderes federales puede ser mucho más letal que el choque de trenes, porque involucra a todo el país,
pone en peligro el Estado de Derecho, trastabilla la democracia y florece la anarquía.
Todavía están a tiempo Ejecutivo, Legislativo y Judicial de remontar diferencias para evitar la pérdida de contrapesos y crisis de gobierno.
Uno de los poderes propone elección popular de juzgadores, anuncia reforma judicial, elimina fideicomisos y disminuye presupuesto; el otro responde, convertido en juez y parte, mantiene fideicomisos, se prepara para acudir a instancias internacionales con el fin de proteger sus beneficios y advierte la aplicación de sanciones si legisladores no eligen tres comisionados del instituto nacional de transparencia; el tercero sabe que en la práctica no es posible destituir a todos los senadores y no lo atemoriza tener pendiente aprobar más de 140 nombramientos, lo tiene sin cuidado desatender mandatos judiciales.
Intercambio de golpes que deteriora credibilidad de los tres; se vuelven mal ejemplo para la sociedad, el cumplimiento de la ley deja de ser su principal característica, también el comportamiento ético.
Lo sucedido en Nuevo León es reflejo de lo que pasa con la batalla entre poderes federales. Pareciera que cada quien interpreta la ley de acuerdo a sus intereses particulares.
¿Alguno de los poderes es superior a los otros dos?
Nadie es más poderoso, la existencia de los tres es necesaria para conservar la democracia.
El poder supremo pertenece al pueblo.
Arturo Zárate Vite
@zarateaz1
arturozarate.com