Perdóneme Ud, pero la polvareda covidiana ha levantado a otros bichos que son igual o p
peor de dañinos, me refiero a esa fauna conocida como youtubers, influencers o tuiteros.
No matizaré. Si algo ha generado un severo daño intelectual a la sociedad son estos empleadores de herramientas de des-comunicación, afines a las sospechas, rumores, a versiones sin comprobar, ávidos de un like, que babeantes acuden a las homilías en donde los textos o videos son palabra sagrada para estas sectas.
Productos que son consumidos en masa, chatarra para el cerebro, seductores dada la facilidad para llegar a nuestra parte morbosa, la que se nutre de chismes.
Es difícil escapar de estas jaurías lapidarias si no les gusta lo que opinas, o peor, si les llevas la contraria…esta modalidad de religión no verificada, allanan la intimidad sin rubor alguno, sentencian y acusan sin otra prueba que la santa versión en la web.
Son dioses y mienten sus sagradas versiones de la vida, de la muerte, las crisis como esta, la sanitaria, los potencía, cargados de morfina, no sienten remordimiento si atacan, si laceran, si mienten con tal de tener más seguidores o si alguien del graderío pone en duda a su sumo sacerdote.
Pero debo ser preciso, existen aquellos youtubers, influencers o tuiteros, auténticos genios de la comunicación, que muestran filosas opiniones, ocurrentes y disparatadas, creando un mundo de solaz y esparcimiento, necesarios para despresurizar estas atmósferas cargadas de sobriedad, a ellos, mi aplauso y gratitud…genios de la comicidad y así se les reconoce.
Solo que aquí me refiero a los otros, que creyendo ser parte de la construcción de algo histórico tomaron las trincheras de esas vías informáticas para esparcir sus más oscuras ideas, hablan o escriben de política sin la más peregrina idea de contextos ni de personajes, opinan sin haber abierto un libro, se llaman así mismos especialistas, comunicadores y no lo son, no reúnen los requisitos para el análisis ni conocen los filtros de lo que por su boca o textos sale.
los hombres en el poder actual los utilizan, son sus voceros, sus replicadores, saben que sus playas de influencia llegan hasta la arena de los ignorantes, de los que no procesan datos ni tienen voluntad propia para engendrar opiniones propias, por eso la sonda de palacio los mantiene con vida, les da de comer, son su remedio ante las flechas de la opinión pública que ya no les compra ningún cuento.
Autores de algunos portales dignos de Joseph Gobbels y la vieja receta de repetir mentiras hasta que se conviertan en verdad, urgen vacunas para estos bichos esparcidores de gérmenes que matan lentamente la inteligencia de quienes los adquieren.