La historia es el telar de la identidad cultural, la forja de los metales que mantienen nuestra cohesión. Recuperamos el pasado para entender el presente, para encontrar en los orígenes la clave de lo que somos. Sumergirnos en nuestros raíces es comprender nuestras huellas, la ruta de nuestros proyectos,
las causas de nuestros fracasos; en la historia común, en la comprensión de nuestros logros, en la memoria amarga de nuestras épocas aciagas, en la celebración y en la remembranza de nuestros años de gloria, se gestan los lazos solidarios que nos hacen Nación. La historia forma el vínculo invisible, las uniones objetivas y subjetivas en el caótico concierto de la heterogeneidad del hombre. La historia nos rige, nos enseña, nos abre una ventana a las encrucijadas del pasado; ahí duermen nuestros principios, ahí se afincan nuestros valores, ahí se nos revela como en un espejo la realidad que nos envuelve. Pero la reseña de los acontecimientos pasados exige del rigorismo que supone seleccionar, almacenar, interpretar y exponer, sin sesgos dogmáticos ni pretensiones ideológicas, los hechos históricos; la verdad solo emerge del análisis cuidadoso, de la aproximación veraz, de la recolecta sistemática y del escrutinio objetivo y responsable de nuestras fuentes orales o escritas, documentos, testimonios o vestigios.
Hay sin embargo esa "otra historia", esa arma poderosa, esa herramienta perversa que puede deformar la realidad o hacerla a modo; ese instrumento del poder que justifica los abusos, que perpetúa el engaño, que pretende dar sentido a las distorsiones ideológicas. Historia falsaria que distingue al tirano, al hombre que pretende ajustar nuestro pasado para adecuarlo a sus pretensiones, para hacerlo a la medida de sus aspiraciones políticas, de sus prejuicios y dogmas, de sus sesgos doctrinarios y sus estafas manipulativas. Surgirán así los agravios imaginarios, los personajes en blanco y negro, las demonizaciones a modo, la justificación exacta para la destrucción del otro, la herramienta perfecta para el control y el adoctrinamiento.
Así nuestro Inquilino de Palacio en compañía de Beatriz Gutiérrez (la nueva "inventora histórica") y sus "cónsules de la memoria", manosea nuestra historia sin pudor, la estira y la deforma para ajustarla a su narrativa, a su "reivindicación mesiánica del pueblo bueno", a su labor vengadora y justiciera en la que se presenta como el redentor de los agraviados por ese viejo pasado colonialista y sanguinario que, desde su sesgada y conveniente perspectiva surgida de la "Leyenda Negra", sólo sembró sangre y miseria tal como lo hacen los nuevos opresores, los inmundos conservadores y neoliberales que pueblan su mundo polarizado y maniqueo; fuente de la desgracia popular, origen de todos los males y de todas la desgracias.
Y así, aferrado en desaparecer a Colon, en su mentira a modo del 1321 como año de la fundación de "México-Tenochtitlán", en presentar a Madero como la víctima de una prensa infame, lapidaria y vil, en "retomar los ideales maderistas no sólo por convicción, sino también para afianzar los cambios que busca en su administración y para resistir cualquier reacción conservadora", en solicitar a España y al papa Francisco que se disculpen por las atrocidades y los atropellos que se cometieron en la conquista contra el pueblo que él representa, en pedir perdón a los pueblos mayas para ganar su simpatía (mientras horada sus selvas y violenta sus derechos humanos), hace de la manipulación histórica, de la desvergüenza y la mentira, su ejercicio cotidiano.
Qué distinta es la oratoria de la diarrea verbal: tanto como la historia de la mentira oficializada
Para el tercer Reich y los nazis resultaba imprescindible fundamentar "científicamente" sus teorías sobre la superioridad germana. Es así que el 1 de julio de 1935, bajo la dirección del líder de las SS Heinrich Himmler, se ordenó la creación de la Sociedad para la Investigación y Enseñanza de la Herencia Ancestral Alemana, popularmente conocida como "Ahnenerbe". Se trataba en realidad de una organización pseudocientífica cuyas investigaciones pretendían demostrar, bajo el rigor de la ciencia, el mito nazi de la superioridad aria. Sus ciento treinta y siete investigadores, que incluían arqueólogos, antropólogos, historiadores, genetistas, etnólogos, zoólogos y otros especialistas en diferentes campos del saber humano, se dedicaron en cuerpo y alma a distorsionar, manipular y falsear la verdad. Himmler, fanático del misticismo y del ocultismo, creía que los germanos estaban emparentados con los supervivientes de la Atlántida, quienes habían fundado una poderosa civilización en las estribaciones del Himalaya. Organizó así ridículas expediciones con destino al Tíbet, la Antártida, Oriente Próximo, Croacia, Noruega e Italia, para rastrear las migraciones de los arios tras la desaparición del continente perdido. Estaba de igual modo obsesionado con encontrar el martillo del dios Thor y el Santo Grial, que fue buscado infructuosamente en las ruinas de Montsegur por Otto Rahn, un ocultista destacado de la Ahnenerbe, y por el propio Himmler durante su visita a España. Pero la Ahnenerbe no sólo fue una entidad al servicio del ocultismo nazi. proporcionó los seres humanos que harían tristemente célebres los horrendos "experimentos" médicos del Tercer Reich con prisioneros de los campos de Dachau y Struthof-Natzwailer, que incluyeron congelación de seres humanos, inoculación de tifus a personas sanas, exposición a gas mostaza y otras muchas atrocidades. El médico August Hirt, director del Instituto de Anatomía de la Universidad del Reich de Estrasburgo, ingresó a la Ahnenerbe en 1942, para organizar la recogida de cuerpos para la colección del Instituto de Anatomía. Pretendía crear una colección de cuerpos de judíos para las generaciones futuras cuando esa raza hubiera sido exterminada por completo. Tras solicitar cráneos de judeo-bolcheviques con "fines científicos", justificaba su petición: “Disponemos de una amplia colección de cráneos de casi todas las razas y pueblos, sin embargo, de la judía solo tenemos unos pocos ejemplares… La guerra en el frente del Este nos proporciona una ocasión para superar esta deficiencia; ahora tenemos la oportunidad de obtener este material científico, los cráneos de comisarios judeo-bolcheviques, que representan el prototipo del espécimen subhumano repulsivo pero característico… y tenemos la oportunidad de obtener evidencias tangibles y científicas de ello.”
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina