"La mente de un fanático es como la pupila del ojo; cuanta más luz se arroja sobre ella, más se contrae.": O.W. HOLMES JR.
El fanatismo es sin duda la derrota del pensamiento, esa absoluta y delirante certeza de lo que no se reflexiona; ajeno a la corrección o a la disertación de las ideas, el fanático se adhiere a sus constructos cognitivos, infalibles e inmutables, inapelables y absolutos, integrados a su identidad, refractarios a la enmienda y al filtro de la autocrítica, reafirmados una y otra vez en su estructura monolítica por el eco reverberante de sus adeptos y conversos. El fanático es sin duda el idiota razonante, el sordo por elección; tras el sólido bloque de sus ideas importadas, repite y justifica, argumenta y discute, enceguecido por esas sólidas creencias con las que asfixia en su centro la inteligencia misma. Refugiado en sus dogmas, en sus concepciones unilaterales de la realidad, en sus visiones monocromáticas y sesgadas, simplifica su mundo en arreglos dicotómicos, en polos irreconciliables; sobresimplificación evidente de su precario intelecto. Así, en el "nosotros" contra el "ellos", hipervalora lo propio y desprecia lo ajeno. De ahí la intolerancia sistemática, el repudio gratuito del pensamiento discrepante, la praxis combativa, el discurso violento, excluyente y belicoso. La sobrevaloración desmedida de las propias convicciones, conlleva en su seno el menosprecio del otro. El núcleo del fanatismo no acepta las fisuras: se deglute entero, se asimila sin masticar, se asume como verdad sin espacio para el debate, revestido por el aura de la revelación ultraterrena.
Todo fanático se opone a la mesura, eludiendo los dominios de la razón y la prudencia; se propone siempre la destrucción de quien se opone, la denostación de quien cuestiona. Su elementalidad intelectual, su emotividad rudimentaria y exaltada, su desapego por los argumentos, su desprecio apriorístico de la evidencia y de los datos, lo torna impermeable a la razón y a la lógica. Emocionalidad hecha barbarie, impulso primigenio transformado en discurso. De ahí su peligrosidad, su naturaleza impredecible y explosiva: El corifeo de los fanáticos se cohesiona en el repudio, se amalgama en el odio, se aglomera en la fuerza visceral de la consigna y el eslogan, aferrado a las "comas", a los posicionamientos inmutables, a las estructuras de su "pensamiento" totalitario y robotizado. El fanatismo es servil, devastador e irreflexivo; se resguarda en el rebaño, pero ataca en manada, siempre desbordado; clavará sin reparos sus dientes afilados para volver sin culpa a su jauría rabiosa.
¿Puede haber expresión más precaria y rupestre de fanatismo idiota que las recientes declaraciones de nuestro inquilino de Palacio, al advertir que quienes hacen campaña en contra del proyecto de transformación de la 4T. podrían ser acusados de "traición a la patria"?
¿Puede haber manifestación más deleznable y rudimentaria de precariedad intelectual que las declaraciones de los Senadores de Morena, que en un despliegue inaudito de fanatismo insensato, revelaron en su carta la osificación de su cerebro?:
"Los que se oponen al presidente de México no son más que un puñado de mercenarios que al ver sus privilegios mancillados luchan con todo su poder económico para que prevalezca el viejo régimen"
"El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo; los opositores al presidente, por consiguiente, buscan detener los avances para darle al pueblo de México un futuro más digno".
Así, en medio de la corrupción insultante de sus hijos y cercanos, atrapados en el desastre de la violencia y las masacres, en el vórtice mismo de su fracaso económico, ante la mezquindad de sus impresentables matasanos que juegan con la muerte y que han negado a nuestros hijos la protección de una vacuna, entre sus fieros ataques a la libertad de expresión más propios de una dictadura bananera que de un país democrático, ante su indiferencia por la muerte de cientos de mujeres asesinadas en la impunidad, ante los millones de nuevos pobres que ha fabricado su innegable incompetencia, empantanados en una visión anacrónica de país, entrampados en un populismo decadente y tramposo, deberíamos avergonzarnos de nuestra denuncia?
¡No Señor Obrador! Los fanáticos como Usted son los parias de la historia.
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina