Muchos especialistas del tema se han referido a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, Ubicada en el paraje de Ayotzinapa en Tixtla, Guerrero, como el mas acabado semillero de la guerrilla en el país, y tienen razón. Pero también hay que señalar que quienes dirigen la escuela, quienes la manipulan, y quienes ahí estudian, hacen todo por seguir manteniendo el epíteto. Los guerrerenses saben y padecen las actividades que se les diseñan a los alumnos de la normal, que entre otras cosas, es uno de los grandes dolores de cabeza para la zona centro de la entidad y para el Gobierno.
La comisión de delitos bajo el pretexto de conseguir fondos para mejoras de la escuela y para el mantenimiento de la misma, es el principal argumento que alumnos y maestros utilizan para justificar sus conductas delictivas, y hasta ahora la omisión de la autoridad es lo que les ha generado ese espacio de impunidad en que justifican sus aciones. Hace muchos años que inició la costumbre de que los alumnos de primer ingreso aprendan la dureza de la vida pernoctando en espacios comunes, además de que reciben solamente una ración alimenticia por día, y para tener las dos complementarias tienen que salir a botear. Por eso son tan agresivos con los ciudadanos, porque de no regresar con fondos no comen y duermen mal. Esta circunstancia se ha convertido en habitual para todos, directivos, alumnos, y padres de familia.
Por eso los alumnos salen a cometer delitos y es un ejercicio habitual, y también para los maestros y el Director. Para confirmar que lo primero es la lucha contra el orden establecido identificado en el Gobierno Federal, alumnos y directivos se han dado tiempo para confrontarlo, pero a partir de la desaparición de 43 alumnos que fueron a Iguala a extorsionar al Presidente Municipal como lo hicieron en año anterior con la consigna de "organizar un desmadre", el panorama cambio y encontraron el justificante que esperaron durante muchos años. El cinismo brutal con el que José Luis Hernández Rivera señala que en adelante las clases serán presenciales, y que los profesores exigirán trabajos a los alumnos, habla de que el fin principal de alumnos y directivos de Ayotzinapa, así como de los padres de los desaparecidos, es seguir en pie de lucha de tiempo completo para subvertir el orden en el Estado y evitar la celebración de elecciones.
Parece una historia de los movimientos que se pretendían hace cincuenta o sesenta años, lo que también es el principal indicativo de que en esa zona, una de las más deprimidas del país, se sigue viviendo en los cincuenta o sesenta del siglo pasado. Quizá en su infinito odio hacia las estructuras gubernativas no se han dado cuenta que el mundo cambio a partir del 9 de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín. Este es un mundo distinto en el que los comunismos trasnochados dejaron de tener vigencia porque hasta la llamada Cortina de Hierro cambio con el desmembramiento de Rusia, cuyo modelo gubernamental, a pesar de ser dictatorial, se mueve dentro del mundo globalizado. Lo que tiene que darnos tristeza no es el movimiento desestabilizador de los normalistas, sino que el futuro de la niñez guerrerense pasara por esa caterva de ignorantes y guerrilleros de aula. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.