Algunas veces ocurren sucesos que por insólitos marcan el rumbo de las sociedades.
Y me parece que estamos viviendo uno de ellos. Primero fue la fuga, por segunda vez, de Joaquín Guzmán Loera, de uno de los penales más seguros del país a través de un túnel de kilómetro y medio cuya construcción no fue detectada. Después vendría el episodio en el que un afamado actor y una actriz Mexicana acudieron a una cita a la guarida del maleante más afamado del mundo, sin que las autoridades mexicanas lograran enterarse. Después vendría la aprehensión del señor Guzman por una afortunada casualidad en la que se vieron inmiscuidos dos policías federales que pensaron que estaban capturando a un par de simples "robacoches", y reconocieron en uno de ellos al hombre más buscado de los últimos tiempos. Las casualidades algunas veces ayudan, y esta fue de mucha ayuda.
Nuestra sociedad comienza a dar señales de descomposición y erosionamiento de esos valores que han sido los principales componentes de nuestra cohesión como pueblo y como nación. Primero habrá que decir que México es un inmenso mosaico de usos y costumbres, y lo que en algunas latitudes es considerado normal, en otras genera escándalo. El corrido musical es una expresión propia del costumbrismo a que me refiero, y Sinaloa es por ahora el prototipo de la diferenciación. La apología del delito y del tráfico de drogas y armas es la temática más recurrente en sus géneros musicales. Tanto que ahora forma parte de la habitualidad del folclor del estado.
La presunción de armamento, dinero y mujeres en los videos que pasan en canales de televisión especializados en el tema es parte de esa realidad que se vive sobre todo en las "quebradas", como se denomina a al región donde se esconden la mayor parte de los épicos narcotraficantes a que hace referencia la temática popular. Para muchos la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera representó una afrenta, y lo digo con mucho respeto, pero así se ha reflejado en las redes sociales y en algunos medios de comunicación. Pareciera que de lo que se trata es descalificar la eficiencia y eficacia del Gobierno Federal, y sobre todo del Presidente Enrique Peña Nieto, a quien se critica acremente cuando los indicadores confirman la buena marcha del país.
Quizá lo que ha fallado es la comunicación gubernamental, pero se evidencia la descomposición de esos valores que han sido cimientos de la sociedad actual, y aunque muchos no lo quieran aceptar, la mercantilización de los medios masivos de comunicación puede ser uno de los causantes de esa descomposición social. Me parece que es la hora de hacer un alto en el camino y reflexionar lo que está pasando y hacia dónde caminamos. Y eso lo tendríamos que hacer en todos los sectores sociales. El problema es quién lo encabeza y por donde comenzamos. De no hacer algo pronto, nuestra crisis de valores puede ir más allá de las divisiones y conducirnos a la fragmentación. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.