EL MONSTRUO DE REYNOSA

sin punto

Recuerdo que cuando estudiaba la carrera de Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México, varias veces tuve la oportunidad de penetrar en lo impensable que era la "penitenciaria de Lecumberri”, mejor conocido como el "Palacio Negro de Lecumberri”. Todo lo que se ha dicho y escrito no es nada comparado con la realidad que ahí se vivía.

 

Después acudíamos con recurrente frecuencia a visitar los novedosos reclusorios norte y sur del Distrito Federal, y lo que más nos atraía era platicar con aquellos que tenían la etiqueta de guerrilleros. Para muchos resultaban míticos esos hombres que por desafiar al sistema perdieron gran parte de su vida encerrados porque sus juicios no avanzaban y algunos llevaban más de quince años sin recibir sentencia.

La historia del sistema penitenciario mexicano está salpicada de historias inverosímiles, y en la mayor parte de las veces increíbles. Y no es que pretendamos regresar a las épicas leyendas de aquel a quien los medios de comunicación que reseñaban la nota roja llamaban “"El Profeta Mimí. Yo creo que la época que estamos viviendo es para espantar al más valiente y para poner a temblar a los responsables del sistema penitenciario. Por desgracia la especialidad de Raúl Zaffaroni no podrá ayudarnos a realizar un diagnóstico serio y responsable de nuestra circunstancia porque su edad y sus condiciones físicas ya no le permiten salir de Argentina, pero bien harían nuestros conspicuos gobernantes en traer a Alejandro Slokar, uno de sus mejores discípulos, para que nos ayudará haciendo un diagnóstico que nos señalara hacia dónde caminar.

Hay que partir de una realidad brutal: nuestros centros de reclusión ya no son lugares en los que se practique la readaptación de los sentenciados. Ahora son centros de redención de los más débiles porque la ley del más fuerte es la que campea por todos lados, y estos son aquellos que pertenecen y todavía tienen la protección de los llamados carteles de la droga o del crimen organizado. Sergio Oros Sánchez fue apitetado como "La Escoria de Reynosa” por violar y matar a su hijastra de apenas cuatro años. Fue encarcelado y enviado al área de observación mientras esperaba que el juez determinará su situación jurídica, pero esa ley no escrita que existe en las cárteles del país surtió sus efectos: “"muerte a los violadores de niños”. La sentencia la ejecutó su propio compañero de celda al recriminarlo por lo que hizo.

Por desgracia esta es una más de las miles de historias que cuenta nuestro corrupto y deficiente sistema penitenciario, donde todos adquieren una especialidad a causa de un en la mayor parte de las veces son gobernados como dije anteriormente, por las bandas del crimen organizado. Quienes deciden no participar en esa especialización, simplemente aparecen muertos sin que nadie sepa realmente que fue lo que ocurrió. Ese es el México profundo de nuestras lúgubres cárceles convertidas en centros de especialización delincuencial y que son gobernadas por feroces criminales. Aunque no le guste a muchos, eso es lo que se vive en nuestros antiguos centros de readaptación ahora convertidos en centros de redención. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.