Resulta inconsecuente que en la Ciudad de México se pretenda engañar a los habitantes con discursos que en la mayor parte de las veces resultan contrarios a las acciones que se emprenden desde las estructuras administrativas y gubernativas. Aunque también hay que decir que es una cualidad recurrente en el sistema político mexicano a la que por desgracia nos hemos acostumbrado al paso del tiempo.
Pero eso no obsta para que en este espacio se haga constar la serie de anomalías que se han cometido en torno al problema ambiental. Para decirlo de otra forma, muchos problemas estamos padeciendo por los descuidos de la Secretaria del Medio Ambiente, Tania Muller, quien dejó al arbitrio de los tenedores de verificentros la forma en que se realizan las mediciones de contaminantes en los coches. Negocio redondo.
En menos de año y medio el Gobierno de la Ciudad de México otorgó permisos para derribar y talar cerca de diecinueve mil árboles. Lo peor de todo, es que la mayor pérdida de árboles centenarios que son fábricas importantes de oxígeno para quienes aquí vivimos, ha sido producto de los grandes desarrollos inmobiliarios permitidos mediante mecanismos poco claros, y en los que se involucran en un jugoso negocio las Secretarías de Desarrollo Urbano y Vivienda, la Comisión de Desarrollo Urbano de la Asamblea Legislativa, y la Secretaria del Medio Ambiente.
El señor Miguel Ángel Mancera anunció la plantación de cerca de seis mil quinientos árboles, pero también ha permitido una tala inmoderada en los últimos meses, porque más que cuidar el medio ambiente para quienes aquí habitamos, ha permitido que el negocio de la construcción de grandes desarrollos inmobiliarios siga viento en popa. De ahí el apodo que muchos ambientalistas han diseñado para la hasta ahora titular del medio ambiente: Tala Muller. Algo debe quedar en claro: las críticas que aquí se hacen tienen sustento en las mismas declaraciones de la propia Jefatura de Gobierno. Y si de igualar la cifra de árboles sembrados al de árboles eliminados se trata, diré que es un ejercicio inútil que busca justificar un negocio que ha dejado utilidades de muchos millones de pesos a decir de quienes llevan mucho tiempo tratando de evitar los “ecocidios” que se han venido tolerando desde la Secretaria del Medio Ambiente.
El problema es que a decir de los expertos, un árbol adulto eliminado deja de producir una cantidad de oxígeno diez veces superior a un árbol recién sembrado, y en esa ecuación es donde los ciudadanos salimos perdiendo porque nunca recuperaremos eso que la voracidad y la corrupcion nos están quitando. Aún a sabiendas de que estamos en crisis ambiental, y con graves afectaciones a la salud, el negocio sigue viento en popa. Eso quiere decir que antes que nosotros, lo que más importa es el dinero. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.