Bien dicen por ahí que de vez en cuando el diablo mete la cola y comienzan los tropezones. Y no es que el respetable señor Lucifer ande gastándose unas cuantas bromas, simplemente es que los escándalos de Odebrecht siguen presentes en Brasil, el país de donde salió para trabajar en todo el mundo, pero donde también se publicó un ejemplar del periódico O’Globo en el que se inserta una nota en el sentido de que Emilio Lozoya Austin recibió un soborno de 10 millones de dólares.
Claro está que a cambio de esa cantidad habría de otorgar unos contratos a la firma brasileña, que se ha visto inmiscuida en infinidad de actos de corrupción en todo el mundo. Lo grave de esta acusación es que existe un señalamiento preciso acerca de los contratos que debían ser asignados, y todos apuntan hacia la refinería de Tula, en el estado de Hidalgo. La PGR señaló que la investigación llegará hasta las últimas consecuencias, pero todo dependerá de las instrucciones que su titular reciba.
En México no hemos logrado la autonomía de la fiscalía general de la República simplemente porque para los legisladores es un asunto menor. Claro está que muchos de ellos participan en actos de corrupción, y eso es lo que menos les conviene. De inmediato el señor Lozoya contrató a uno de los abogados que mejor maneja la prestidigitación legal, y aunque eso no le confiere prestigio, de inmediato salió a decir que probará que el señor Lozoya no recibió un solo centavo de esos 10 millones de dólares.
Quizá así haya sido, pero no fue un solo contrato. Para los efectos de un mejor control administrativo en Pemex se han manejado diversidad de contratos para separar las competencias, y eso habla de una estrategia legaloide en previsión de alguna eventualidad como la que se ha presentado. También señaló que su cliente no recibió cantidad alguna, pero habrá que decirle al respetable abogado que a su cliente lo están acusando de corrupto, no de idiota.
Hay una acusación directa de un alto funcionario de la firma brasileña, y eso es más que suficiente para que la justicia mexicana intervenga, pero siendo sincero, no creo que la Procuraduría General de la República tenga ganas de investigar. O más bien dicho, quién manda al procurador, porque si de algo podemos estar seguros es de que el que paga manda. El señor Lozoya tendrá que comparecer ante la justicia porque así lo manda la ley, pero ¿habrá ganas de sancionarlo?
De cualquier forma, Odebrecht es la firma con mayores procesos de corrupción en el mundo, y no es creíble que en este país se haya conducido con pulcritud y transparencia porque su comportamiento y costumbres indican otra cosa. Tampoco los mexicanos creeremos la posible versión de que las ofertas de dinero fueron rechazadas porque la experiencia indica lo contrario. Creo que el cinismo volverá a aparecer y el señor Lozoya será exonerado de toda responsabilidad. Al tiempo.
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