La especialidad de Odebrecht

sinpunto

Sin lugar a dudas la firma brasileña de la construcción ganó presencia en casi todo el continente americano, y en otras latitudes del orbe por su carácter transnacional.

Hay que reconocer que quienes realizaron la milimétrica planificación de su presencia en todas las latitudes en que operaba, fueron elementos harto especializados y con una experiencia a toda prueba, además de una ramificación de toma de decisiones oportunas en tiempo y espacio. Para decirlo más claro, corrompieron a medio mundo.

Poco a poco hemos conocido los alcances de este monstruo de la construcción que operó en todos los continentes y en la mayor parte de los países más importantes y desarrollados.

Además, tuvo conexiones con los más variados hombres de Estado a quienes convencieron para que les otorgaran tratos diferenciales. Las ideologías poco importaban, porque definieron muy bien aquello de que “el fin justifica los medios”.

El poderío de Odebrecht, sin lugar a dudas, radicaba en el dinero que entregaba.

El problema se presentó cuando los medios de comunicación hurgaron en los procedimientos de la firma brasileña después de que Marcelo Odebrecht decidiera cooperar con las autoridades y provocara el enjuiciamiento de Luiz Inácio Lula da Silva. Resulta que la firma conformó un departamento encargado de los procesos de corrupción y estructuró un refinado sistema de pagos de sobornos por medio de su propio banco y otros que le otorgaban servicios en diversos paraísos fiscales.

Claro está que la huella del dinero se diluía con este tipo de movimientos, que difícilmente eran detectados por los sistemas bancarios de los países involucrados, y se ponían a disposición de terceras personas para evitar que hubiera ligas directas con los funcionarios que participaban. Pero también hay que señalar que la simple afirmación bastó para que la justicia de Brasil enjuiciara y condenara al expresidente Lula a pasar una buena temporada tras las rejas.

Cierto es que en México las cosas no ocurren de la misma manera, porque en el derecho positivo mexicano al que afirma le corresponde la carga de la prueba, y para enjuiciar al señor Emilio Lozoya Austin, la propia Procuraduría General de la República tendría que aportar las pruebas, y como van las cosas no creo que al señor Raúl Cervantes Ahumada le salgan unas ganas irrefrenables de buscarlas para incriminarlo y ordenar su detención y encierro mientras se realiza el proceso correspondiente.

México no es Brasil, y aquí no basta la simple acusación de los altos funcionarios de Odebrecht para llamar a juicio a un mexicano, y mucho menos para mandarlo al encierro. Lula fue condenado por recibir cuatro millones de dólares, a Emilio Lozoya se dice que le entregaron diez Millones de dólares y hasta ahora goza de cabal libertad. Creo que después de esto a los mexicanos nos están entrando unas ganas irrefrenables de mandar al diablo a las actuales instituciones. El problema es que nos puede salir más caro el remedio que la enfermedad. Al tiempo.

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