El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, es un hombre empecinado, pero en algunas ocasiones
hace gala de una necedad propia de la gente del sureste.
Y no es que tenga que criticar el talante de quien por ahora conduce el destino del país, pero sí hacer un llamado de atención a quienes son responsables de su salud y de su seguridad personal, porque por muy voluntarista que sea, no puede rebasar los límites de lo posible y colocar en riesgo su vida, por mucho que diga que goza de cabal salud.
La propia circunstancia por la que estamos pasando aconseja tener prudencia para la toma de decisiones, y no es exagerado colocar en estado de alerta a quienes se encargan de velar por la seguridad y la salud de quien elegimos para que conduzca al país en los siguientes seis años.
Mucho se ha dicho y analizado acerca de el trajín de todos los días por su empecinamiento de acudir a todas partes. No sé si lo hace para poner el ejemplo a sus colaboradores, o simplemente porque esa es su vocación, pero lo que no puede hacer por ningún motivo es arriesgarse a padecer otro problema de salud.
Y no es que la circunstancia que vivimos tenga que colocarnos en estado de alerta, pero hay cosas que por su importancia tendremos que abordarlas y analizarlas detenidamente porque de ello dependen muchas circunstancias. El Presidente de la República es el hombre más importante del esquema gubernativo, y por consecuencia, quien debe tener el mayor cuidado para estar lleno y completo a la hora de tomar decisiones, porque lo hace representando a más de ciento treinta millones de mexicanos.
La persistencia y resistencia han sido los signos distintivos de Andrés Manuel López Obrador, y le dieron un carácter épico al papel de reivindicador social que le ha permitido formar y conformar un ejército de hombres y mujeres que lo han acompañado en esa cruzada por alcanzar la Presidencia de la República.
Pero esa historia pudiera terminar en el peor de los desastres de no encontrar pronto una fórmula para hacerlo entender que no tiene que star en todos lados y que tampoco puede hacer todo.
Aunque no le guste, tiene que aceptar que su salud personal es motivo de seguridad nacional. Siempre he sido un crítico consistente de Andrés Manuel López Obrador, incluso así se lo señalé la única vez que lo tuve enfrente en el Hotel Gobernador en Durango, pero como mexicano me tengo que preocupar de lo que le ocurra al Presidente de la República.
En Palenque, Chiapas, el Primer Mandatario tuvo un ligero desvanecimiento que provocó alarma entre los asistentes, y fue ayudado a mantenerse en pie por quienes lo acompañaron.
En ese evento se dio el banderazo a la presentación del proyecto del Tren Maya, por lo que es recomendable que le baje un poquito al trajín, pero además tiene un grave problema de cervicales, y se niega a operarse porque tendría que estar fuera de circulación algún tiempo. Los mexicanos tenemos muchos problemas como para enfrascarnos en un conflicto constitucional acerca de la forma en que se tiene que obligar al Presidente de la República a guardar las condiciones que exige su salud.
Al tiempo.