Francamente no se de donde le salió o le surgió la vocación diplomática a Marcelo
Ebrard Casaubón, pues el único roce internacional que le hemos conocido los mexicanos fue su estancia en Francia durante seis años después de los problemas de corrupción que se presentaron en la construcción de la Línea Doce del Metro, que inició con un presupuesto de diecisiete mil quinientos millones de pesos, y termino costando más de cincuenta y cuatro mil millones.
Y no es que quiera ser mal pensado porque durante seis años nunca regresó a México, pero después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección para la Presidencia de la República, de inmediato apareció por estos andurriales y se puso al frente de la parte intencional del aquellos que fueron incluidos en lo que sería el nuevo esquema gubernativo del país. Desde luego que para muchos citadinos esos sobrecostos de la construcción de la Línea Doce del Metro resultaron más que suficientes para cubrir los gastos de la campaña de quién ahora encabeza al Gobierno Federal.
Tampoco se puede olvidar que fue el propio Andrés Manuel López Obrador quien hizo todo porque él sucesor en la Jefatura de Gobierno fuera el propio Marcelo Ebrard Casaubón, quien iniciara su exitosa carrera política y económica al lado de Manuel Camacho Solís, quien siempre le manifestó un cariño filial y lo proyecto para que consolidará su posición política y pudiera mantenerse en los primeros planos del destino que se había diseñado para la Ciudad de México.
Pero hay otras cosas que unen a quien ahora detenta la Presidencia de la República con su Canciller. Bien dicen en por ahí que “poderoso caballero es Don Dinero”, y en el caso de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard existen lazos indisolubles que los han mantenido unidos durante muchos años. No es nueva su amistad y compromiso, es más, ha persistido indisolublemente muchos años y se ha reforzado con diversos avatares políticos que los pusieron a prueba.
Sin lugar a dudas las complicidades hermanan, y cuando el tabasqueño organizó un plantón de barrenderos en los albores de su activismo político, quien realizó las negociaciones para que lo levantará a cambio de una considerable suma de dinero fue Marcelo, con la complacencia de Manuel Camacho Solís, y fue el ahora canciller quien le llevó el premio hasta Ixtapaluca, lugar en donde pacientemente espero el ahora Presidente de la República, quien regreso a Tabasco a los barrenderos. Satisfechos ellos por lo logrado, y el otro porque iniciaba ese camino que ahora lo tiene en la cúspide del Poder.
Marcelo esta con una delegación diplomática en el vecino del norte tratando de deshacer el entuerto provocado por la complacencia de Andrés Manuel López Obrador para que los migrantes centroamericanos pasen por el país y se internen en Estados Unidos. No lo han recibido, y seguramente no lo recibirán porque a Donald Trump no le hace gracia que México siga garantizando el paso libre para los centroamericanos. Marcelo es el hombre más cercano al Presidente López Obrador, y a quien avizora como su posible sucesor.
¿Podrá deshacer el entuerto?
¿De ello depende su candidatura presidencial?
Veremos dijo un ciego.
Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.