Sin lugar a dudas la capacidad de maniobra de Andrés Manuel López Obrador
sigue sido muy alta en materia política porque todos los días hace un ejercicio en el que anuncia a la nación las bondades de su gobierno y las presuntas triquiñuelas de quienes en el pasado tomaban las decisiones, aunque en la mayor parte de las veces lo señala sin aportar pruebas. Y lo digo sin menoscabo de lo que también realiza en materia económica, y que hasta la vez sigue siendo su mayor debilidad aunque le de por presumir lo contrario.
El nimio crecimiento económico de su proyecto resulta evidente, y para evitar que los mexicanos centren su atención en el posible fracaso en ese rubro, el Presidente de la República se ha convertido en un especialista para quitar el foco de la atención en los temas que le resultan problemáticos y de difícil explicación. Hasta ahora las cosas no han marchado como lo ofreciera durante su campaña política, pero sigue viento en popa la utilización de los medios de comunicación para resaltar las fallas de quienes gobernaron.
Claro está que también ha cometido graves equivocaciones en torno al manejo económico del país, lo que ha propiciado que el crecimiento haya sido nimio, pero lo previsible es que el año venidero las cosas se pongan más difíciles por su empecinamiento de no reconocer que su proyecto económico no ha logrado alcanzar los estándares que prometiera a los mexicanos durante su campaña presidencial, y mucho menos la forma de crecimiento que durante los debates anunció enfáticamente.
La realidad está alcanzando al tabasqueño, y por muchos ahorros que logre consolidar, mientras no exista una tasa de crecimiento anual sostenido las cosas no irán bien con la recaudación y por consecuencia con el gasto gubernamental. El proyecto de largo plazo pasa por el éxito de los procesos de la economía, y hasta ahora las cosas no se le han dado como quisiera, y por mucho que pretenda contagiar ese optimismo a través de sus conferencias mañaneras, la generalidad de los mexicanos no observa una mejoría en sus bolsillos para el día a día.
El sembrador de esperanza en que se convirtió el ahora Presidente de la República en su periplo de muchos años recorriendo todos los rincones del país, y señalando que con el las cosas mejorarían sustancialmente cuando lograra alcanzar la Presidencia de la República, se ha esfumado como por arte de magia. Quizá no haya logrado entender que si el dinero escasea en los bolsillos de la gente, la magia de su discurso populista desaparecerá en el corto plazo.
Andrés Manuel López Obrador prometió innumerables veces una mejor calidad de vida y la erradicación de la corrupción de las estructuras gubernamentales, y hasta ahora la gente no ha visto que las cosas mejoren. No es lo mismo predicar que hacer realidad lo prometido, y tampoco que con el simple cambio de actores en las estructuras de gobierno México sería mejor. Los milagros gubernamentales no existen, y menos pontificando todos los días afirmando que ahora las cosas son mejores cuando el poder adquisitivo sigue decreciendo. Un año de luna de miel con los mexicanos pudiera agotar las altas expectativas que sembró por todos los rincones del país. Por cierto, las calificadoras no emiten disculpas, los gobernantes si. Al tiempo.