Alguna vez Gabriel García Márquez señaló que el periodismo es el mejor oficio del mundo, y así lo
asumimos quienes amamos la profesión de ser periodista y hacer periodismo. Sin lugar a dudas quienes nos dedicamos a la noble labor de informar y opinar corremos un grave peligro desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la Republica. Y no es un peligro que ponga en riesgo de forma permanente la integridad física de cada uno de nosotros, pero es un peligro mayor para los más de ciento veinte millones de habitantes que tiene este país.
Es preciso puntualizar que con nuestro trabajo cotidiano nos hemos convertido en los responsables de formar y conformar la opinión pública, y en muchas ocasiones, como lo hicimos, de alertar sobre las posibles consecuencias de la llegada de un gobierno de índole populista como los que han destruido las democracias de Centro y Sudamérica. Las muestras de ello estaban a la vista, y por desgracia las predicciones de varios de mis compañeros de gremio se están cumpliendo o se han cumplido.
Los empresarios de medios de comunicación fueron advertidos de la cólera del tabasqueño. Y quienes en ellos trabajábamos nos convertimos en el sector más despreciado y despreciable, porque fuimos quienes de una u otra forma hicimos la tarea de alertar, mediante nuestras participaciones cotidianas en medios escritos, radiofónicos, televisivos o electrónicos, a los sectores sociales, políticos, empresariales y productivos de este país, de la catástrofe que se avecinaba.
Pese a ello, la decisión popular le otorgó el honroso cargo de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, y aunque juró respetar y hacer respetar nuestra Carta Magna, hasta ahora ha sido constante la violación de los preceptos históricos que nos dieron la oportunidad de formar y conformar una sociedad disímbola pero unida en lo esencial, que ha sido la viabilidad política, económica y social. Hoy, la patria que tanto esfuerzo, tiempo, y trabajo nos costó edificar, está siendo derrumbada por quien ha socavado los cimientos levantados sobre los millones de vidas que se perdieron en el movimiento social más importante del siglo veinte.
Sin lugar a dudas la conciencia colectiva siempre ha sido alimentada por la opinión de quienes tenemos el valor de hacer pública nuestra forma de pensar, y lo seguiremos haciendo. Las muestras de la cólera presidencial han sido evidentes desde que llegó al poder.
El detestable papel asumido por Jesús Ramírez Cuevas visitando a dueños de medios de comunicación para amenazarlos de que no recibirían publicidad oficial si sus columnistas seguían manteniendo la línea editorial contra Andrés Manuel López Obrador, fue un engaño, porque hasta ahora lo único que han recibido a cambio ha sido el silencio.
”No hay mal que dure cien años ni pueblo que los aguante” señala el refrán popular.
En menos de cinco años habrá concluido el desastre encabezado por el tabasqueño, si es que su deteriorada salud le da la oportunidad de terminar su mandato. Jesús Ramírez Cuevas dejará de ser responsable de la comunicación presidencial, pero quienes hemos mantenido nuestra lucha nunca dejaremos de ser periodistas. Es mejor conservar el estigma de “"periodistas incomodos”, que ser parte de los “vendidos” que le hacen el trabajo sucio al Presidente de la Republica. El basurero de la historia los espera. Al tiempo.
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