En muchas ocasiones he abordado el tema de la ineficiencia de los gobiernos de todas partes del país. No es un tema menor, porque en la mayor parte de los casos
esa ineficiencia explica con mucho el derrumbe de la cohesión social, y el empobrecimiento de hombres y mujeres de las clases más desprotegidas de todos los confines del país. Hacer un diagnóstico era relativamente fácil cuando se tenía y mantenían estándares de revisión y previsión por parte de las dependencias públicas que determinaban el grado de pobreza y las carencias de todas las latitudes del país.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), es un organismo público autónomo entre cuyas principales funciones es coordinar el Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica, así como de captar y difundir información del país en cuanto al territorio, los recursos, la población y la economía, que permita dar a conocer las características de México y ayudar a la toma de decisiones. No es una tarea sencilla reseñar todo lo que ocurre en el territorio mexicano, pero hasta ahora sus evaluaciones y resultados son fundamentales para la toma de decisiones en los tres ordenes de gobierno.
El INEGI cuenta con autonomía técnica y de gestión, y su propósito prioritario es lograr que el Sistema Nacional de Información, Estadística y Geográfica, suministre al Estado y a los mexicanos información de calidad, pertinente, veraz y oportuna, a efecto de coadyuvar al desarrollo nacional bajo los principios de accesibilidad, transparencia, objetividad e indepndencia. Entre sus atribuciones está la de normar las actividades estadísticas y geográficas, brindar el servicio público de información, promover en uso y el conocimiento de la información, y conservar la información para los efectos de la realización de estudios comparativos.
Si de algo tendrá que asumir su responsabilidad histórica Andrés Manuel López Obrador, es de responder a los mexicanos el porqué de la desastrosa toma de decisiones en momentos de agobio pese a contar con elementos informativos de primer orden en el INEGI. Independientemente del manejo de las estadísticas de la pandemia, donde ha sido criminal el ocultamiento de información para que los mexicanos no nos enteremos del desastre organizado por la mal llamada Cuarta Transformación, pero en el futuro cercano será una de las fuentes más investigadas, porque los responsables tendrán que rendir cuentas no tan solo por el desastre económico, sino por las muertes causadas por su criminal indolencia y la brutal ineficiencia que los ha caracterizado.
Es cierto que en el pasado reciente hemos tenido gobiernos desastrosos, pero nunca una infinita estupidez e ignorancia para la operatividad del aparato gubernativo del Estado Mexicano. Las pruebas están en los simples resultados del pasado reciente en materia de crecimiento. En los últimos cinco sexenios tuvimos una esperanzadora ausencia de crisis provocadas en el manejo del país. El sexenio de Salinas de Gortari tuvo un crecimiento del cuatro por ciento en promedio.
Ernesto Zedillo mantuvo un 3.4 por ciento en el crecimiento del país. Vicente Fox Quesada alcanzó una tasa de 2.3 por ciento. Felipe Calderón 2.2 por ciento, y Enrique Peña Nieto alcanzó 2.17 por ciento. El contraste es que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador pinta mal, y eso que aún no ha enfrentado algunas de las crisis que sortearon sus antecesores. Hasta ahora hay un decrecimiento de 0.2, y no es un buen augurio por la forma en que viene manejando la economía y sus desencuentros con los sectores productivos del país, que han padecido la poca disposición presidencial para caminar juntos. Lo que no ha entendido el tabasqueño es que el desastre pudiera estar a la vuelta de la esquina. Su indolencia criminal ante la pandemia así lo indica. Al tiempo.
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