Mucho tiempo y dinero nos ha costado a todos los mexicanos alcanzar la plenitud democrática, esa que permitió la alternancia en el poder,
y que también nos ha impuesto la tarea de mantener un espacio para la reflexión y valoración de lo que significa vivir en un régimen de libertades donde el libre albedrío es el mayor tesoro que puede ayudarnos a mantener unida a una sociedad como la nuestra, disimbola y a la vez cohesionada para mantener la búsqueda constante de mejores estadios de bienestar. Hasta ahora, con todas nuestras vicisitudes hemos conformado una sociedad que toma sus propias decisiones, aunque mucho tienen que ver en la valoración sus principales liderazgos.
Aquella “"Comisión Federal Electoral” en la que participaban todas las fuerzas políticas con representación en la Cámara de Diputados era depositaria de nuestra soberanía democrática, porque eran los propios partidos políticos quienes realizaban y organizaban los comicios con la avasalladora presencia del partido oficial que tomaba la decisión de quienes participaban, como lo hacían, y cuantos espacios habrían de ceder a las oposiciones que poca capacidad tenían para oponerse. El Partido Revolucionario Institucional era la fuerza hegemónica, el Partido Acción Nacional la comparsa, y los satélites el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y el Partido Popular Socialista. Así funcionó durante mucho tiempo nuestra endeble democracia.
Después vendría la Reforma Política de 1977 impulsada por el ilustre pensador Don Jesus Reyes Heroles desde su cargo de Secretario de Gobernación en el sexenio de José López Portillo. Con ello se garantizaría la estabilidad de la política interna y la finalidad de otorgar una salida a la participación de las fuerzas emergentes y a otras formas del pensamiento y concepción del fenómeno gubernamental, toda vez que el sistema político no se había adaptado a la transformación socioeconómica del país, y el objetivo principal era construir una salida para las perturbaciones sociales emergentes y así mantener la renovación la legitimidad del Estado Mexicano.
Muchas reformas se fueron consolidando al través del tiempo, y hay que reconocer que fueron las oposiciones las que mayormente empujaron la agenda que provocó el cambio en este país, un cambio que muchos mexicanos anhelaban porque a pesar de mantener un sistema de libertades en materia política nuestra democracia se convirtió en un ente que no otorgaba mayores oportunidades de representación a las minorías organizadas. México consolidó así su futuro con una visión de apertura y de oportunidades para todas las expresiones políticas.
Pero los mexicanos no podemos cerrar los ojos ante lo que está ocurriendo con el actual gobierno y su mayoría aplastante en las Cámaras de Diputados y Senadores. Si bien es cierto que los tricolores mantuvieron un férreo acceso a las oposiciones, también lo es que al momento en que nuestras libertades democráticas se ensancharon transitamos hacia el reconocimiento y apoyo a esas minorías para que alcanzaran el acceso a través de la figura de la representación proporcional que hasta ahora sigue vigente.
Pero también es importante decir que hoy más que nunca la democracia Mexicana esta en riesgo, y no es producto de la aplastante mayoría que tiene y mantiene el Movimiento de Regeneración Nacional, sino de las ansias propias de Andrés Manuel López Obrador por controlar todo el aparato del Estado Mexicano agrediendo los órganos autónomos que le han dado fortaleza y viabilidad a una nueva forma de representación y defensa de derechos individuales, generales y electorales que mucho tiempo nos costó edificar. Hoy el riesgo latente es la decisión del Primer Mandatario que se auto nombró “"Guardian de la Democracia”, y eso significa una desvergonzada intromisión para favorecer al Movimiento de Regeneración Nacional, así de simple. Al tiempo.
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