No es que pretenda abollar el prestigio del Presidente de la República, pero es un hombre acostumbrado a mentir por necesidad. Dicen por ahí que el que mucho habla mucho se equivoca, y creo que el tiempo le está cobrando las mentiras que se acostumbro a verter por todos los rincones del país. De Donald Trump dijo muchas cosas, sobre todo que cuando él fuera Presidente de la República lo pondría en su lugar por tantas ofensas lanzadas a los mexicanos.
Me hubiera gustado verlo, pero creo que la diplomacia estuvo por encima de sus ganas pasadas porque se comportó muy zalamero.
Qué bueno que sus principales consejeros le hayan señalado que no es lo mismo vociferar en una campaña permanente de dieciséis años, que estar frente a uno de los hombres más poderosos del mundo. No sé si lo hizo de “motu proprio”, pero lo cierto es que por primera vez se comportó como Jefe de Estado. Claro está que la diplomacia tiene reglas muy estrictas y seguramente Marcelo Ebrard se lo advirtió. De cualquier forma hay que reconocer que por primera vez haya dejado de lado su rudimentaria verborrea.
Como mexicano y periodista, tengo muchas cosas que reclamarle, sobre todo esa parte de andar regalando el dinero de los mexicanos a sus compinches mandatarios populistas del hemisferio. Porque hay que señalarlo con todas sus letras, con los ciento veinte millones de dólares que entregó a El Salvador, los ciento cincuenta millones a Cuba, y los ciento cincuenta millones a Venezuela, se pudieron salvar muchas vidas de niños con cáncer a los que abandonó desde el inicio de su gobierno. El epíteto de “Candil de la calle” queda chico, y eso es “saludar con sombrero ajeno”, porque el dinero que regala a los gobiernos populistas salen del bolsillo de todos los mexicanos y a ellos estaría obligados a devolverlos en obras que garanticen la viabilidad social de este país.
Pero poco le importa lo que digamos o lo que pensemos, porque lo que han mostrado los gobiernos populistas del Continente es poco aprecio por el esfuerzo de los ciudadanos, y lo mismo está haciendo Andrés Manuel porque su objetivo primordial es mantenerse en el poder como lo han hecho sus homólogos que practican la misma doctrina. El proyecto es el empobrecimiento de las clases medias para convertirlas en dependientes de los programas de ayuda que se instrumentan desde el gobierno. Por eso habla tanto de que si tenemos para comer arroz y frijoles, pues con eso es suficiente.
Se mencionaba que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México, y lo estamos viviendo. Pero lo único que podrá salvar a este país es la clase media, esa que tiene y mantiene como principal premisa el interés de seguir con su esfuerzo y su trabajo su independencia política y su capacidad de criticar el trabajo de los gobernantes. A la clase alta de este país le hace mucho daño su desapego del interés general y llegará el momento en que lo pagarán muy caro, sobre todo cuando comiencen a disminuir sus capitales porque lo que viene es un alza en las tasas impositivas a la riqueza a la par de someter con la pobreza a quienes con su trabajo se han construido un patrimonio.
Andrés Manuel López Obrador miente por necesidad. Su vida política ha estado cimentada en la mentira. Lo que acostumbra decir de los demás son mentiras, y lo que prometió durante su activismo político también fueron mentiras porque hasta ahora nada de lo que prometió se ha hecho realidad. Su oferta de crecer a tasas del cuatro por ciento que después rectifico para dejarlas en el dos por ciento, ha sido quizá la mentira más brutal de su catálogo, porque hasta ahora las proyecciones indican un menos diecisiete por ciento de decrecimiento, y el impacto lo tendrán que padecer diez millones de mexicanos que tendrán que entrar irremediablemente a las cifras de pobreza. Así de simple nuestro lamentable destino. Al tiempo.
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