El periodista Pedro Ferriz de Con dio a conocer que Jesús Lozoya Austin, hijo de Emilio Lozoya Thalman y hermano de Emilio Lozoya Austin, es ahijado de Andrés Manuel López Obrador, porque fue quien lo bautizó a petición expresa de del padre del ahora imputado, y eso puede explicar muchas cosas de las que están ocurriendo en ese debate entre la honestidad del ahora Presidente de la Republica
y los hechos de corrupción en que se ha visto inmiscuido, derrumbado esa aureola de limpieza y pulcritud que presuntamente ha edificado al paso de los años repitiendo mentiras tratando de que se conviertan en irrefutables realidades.
La trama de Emilio Lozoya Austin es un montaje para seguir manteniendo el debate alejado de su ineficiencia como Mandatario, pero de seguir por la misma senda el fracaso estará a la vuelta de la esquina. Desde luego que ya dejó de esconder su vocación por la dictadura y ahora hace las cosas con el mismo cinismo que lo ha caracterizado en los últimos años sembrando el engaño entre los desposeídos durante todo su periplo recorriendo el país. El sembrador de Esperanza ha dejado en el camino su vestimenta de reivindicador para colocarse la careta de tirano.
Poco le importa que los mexicanos de todas las latitudes comiencen a percibir que ese montaje de muchos años ha quedado atrás porque como Jefe del Estado Mexicano tiene de su lado a la Guardia Nacional, y la utilizará de ser necesario para reprimir movimientos civiles como lo han hecho los tiranos del Cono Sur del Continente, destinando a los integrantes del Glorioso Ejército Mexicano a tareas secundarias, para evitar que pudiera existir la posibilidad de una sublevación de los altos mandos. Mientras tanto la corrupción sigue galopante, y ha sido tanto el cinismo presidencial, que no tan solo la ha tolerado, sino que se ha convertido en cómplice del saqueo organizado por sus principales funcionarios.
Por lo pronto la otrora paraestatal más importante del país, PEMEX, ha tenido perdidas de escándalo cercanas a los treinta y cinco mil millones de dólares, al igual que la Comisión Federal de Electricidad por el desmantelamiento de sus áreas operativas. Según los especialistas, las pérdidas en la mayor parte de las dependencias alcanzan los seiscientos mil millones de pesos. El problema es que durante su segundo año, las pérdidas han llegado escandalosamente a superar las del primero, y al paso que va, el camino de la quiebra gubernamental será nuestro destino inmediato. Por cierto, la pregunta que muchos se hacen es: ¿qué hace un agrónomo al frente de la paraestatal Pemex?
Y es que al parecer de eso se trata, de arrojar indiscriminadamente a los índices de pobreza a la mayor parte de los mexicanos para que dependan de las dádivas oficiales como ha ocurrido en los países populistas del Cono sur del Continente. Por eso el engaño de la “economía moral” y los índices de bienestar que inventó, y que no son más que la estratagema para evitar que los mexicanos nos enteremos del desastre de nuestra economía. Si bien durante el mandato de Enrique Peña Nieto nuestra economía crecía por encima del dos por ciento, ahora el decrecimiento ha sido catastrófico y alcanza niveles cercanos a veinte por ciento por debajo de cero.
La pandemia del coronavirus ha sido muy costosa por la muerte de más de sesenta mil mexicanos hasta ahora, y lo previsible es que se agraven las cifras porque no le importan las muertes de los mexicanos, así como las que provocó quitándole los medicamentos a los niños con cáncer, porque lo más importante es consolidar esa dictadura a la que aspira para sumarse al frente del bloque populista del Continente, cuya única función ha sido el empobrecimiento de la gente como estrategia, para mantener a los mexicanos dependientes de la magnanimidad de su gobierno. La única esperanza esta en la elección intermedia del próximo año, y en eso debemos reflexionar los mexicanos. Al tiempo.
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