Poco a poco los mexicanos nos hemos dado cuenta del engaño que nos construyó Andrés Manuel López Obrador para que lo eligiéramos Presidente de la Republica. Poco a poco hemos podido constatar aquello que muchos advirtieron y que a pesar de lanzar alertas constantemente nos volvimos insensibles porque pensamos que la Democracia Mexicana mostraría
y demostraría donde estaba la razón y cuál era el mejor proyecto para este alicaído país. Para decirlo más claro, nos equivocamos y ahora padecemos las consecuencias.
El verdadero problema es que lo peor está por venir, porque el autoritarismo enseñó su verdadero rostro al evitar que una marcha pacífica de ciudadanos avanzara por la Avenida Juárez para entrar a través de la calle de Francisco I. Madero a la pancha del Zócalo Capitalino para entrar a la Plaza de la Constitución y culminar su protesta frente al Palacio Nacional. El rostro del autoritarismo asomo en toda su plenitud al colocar barricadas de policías para evitar el avance de los contingentes de FRENA, y cuando decidieron establecer un campamento con riendas de campaña sobre la Avenida Juárez fueron asaltados por cientos de policías.
Históricamente Andrés Manuel Lopez Obrador tiene el récord de haber organizado las mayores manifestaciones de protesta, y los mexicanos fuimos testigos de que nunca fue utilizada la fuerza pública para evitarlo como el ahora lo dispone. Y habrá que decirle que con la orden que dio a Claudia Sheimbaum violentó el derecho constitucional que le asiste a todos los mexicanos para la manifestación de las ideas y por consecuencia de la protesta callejera ante los equívocos gubernamentales.
Hasta ahora las protestas que ha encabezado el Presidente de la República se cuentan por cientos, con un brutal costo que los mexicanos hemos pagado siempre porque somos respetuosos de esa libertad Constitucional a la libre manifestación de las ideas. Hoy todos los mexicanos hemos sido testigos del talante autoritario de quien detenta la conducción del país. Andrés Manuel López Obrador ha dejado constancia del su verdadera vocación, y por desgracia no es la democracia como tantas veces dijo para mantenernos en el engaño.
La autocracia es un sistema de gobierno que concentra el poder en una sola figura cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas, ni a mecanismos regulativos de control popular. Hasta ahora la Monarquía Absolutista y la Dictadura han sido las principales formas históricas de la Autocracia, esa Dictadura que por desgracia para los mexicanos es ya el rostro de un gobierno fracasado que ávido de mantenerse en el poder trata de someter a los mexicanos a sus deleznables designios.
Si algo podemos decir de este lamentable episodio, encabezado por un Mandatario que hasta ahora concentra todo el poder del Estado Mexicano, es que su afán por destruir la autonomía de los órganos ciudadanos que construimos los mexicanos durante muchos años de avances democráticos era la única forma de borrar los equilibrios del poder, y por desgracia hoy nuestra lamentable realidad nos enseña que la única forma de evitar la tiranía es que todos los ciudadanos, de todas las condiciones sociales, y de todos los rincones del país, salgamos a la calle para rescatar esa democracia que no podemos perder ante los embates de las ambiciones autoritarias de un resentido al que poco le importa la patria, y mucho menos el bienestar de los mexicanos. Insisto, lo único que nos queda es abrir los ojos, y la lucha de las calles. Así de simple. Al tiempo.
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