En México ha ocurrido un fenómeno singular: la desaparición de partidos políticos está a punto de hacerse una realidad, y hasta ahora nadie lo ha lamentado. Si bien es cierto que durante mucho tiempo salieron a la luz pública evidencias de la forma en que la corrupción se volvió la herramienta más preciada para el ejercicio político, también es cierto que muy poco se hizo al respecto, porque así convenía a una clase política partidista que menospreciaba a los mexicanos y obtenían grandes utilidades.
Y no me refiero a la clase política de un solo partido, porque todos aquellos que de una u otra manera alcanzaron una parte del poder, hicieron lo mismo de lo que acusaron durante muchos años al Partido Revolucionario Institucional. Esto nos muestra descarnadamente que el problema no son las siglas partidistas, sino las ambiciones de poder y dinero de quienes observan a la política como el mejor camino para salir del ostracismo social, y sobre todo, para la obtención de riqueza en poco tiempo. Por desgracia ese es y seguirá siendo el sino de quienes por ambición económica participan en el quehacer público.
Y cuando afirmo que todos los políticos de todos los partidos, de todas las orientaciones ideológicas, hacen exactamente lo mismo, es porque llevo muchos años relatando las evidencias de la corrupción sin que hasta ahora alguna autoridad haya hecho caso de las denuncias que casi a diario reseñamos los periodistas de este país. Y cuando alguien que pertenece o ha pertenecido a la “" casta divina ”llega a pisar la cárcel, es por venganza, como lo ocurrido con Rosario Robles, quien lleva años encerrada y ahí seguirá hasta que Andrés Manuel López Obrador lo decida.
Y habrá que señalar que su mayor pecado fue haber entregado cuatrocientos ochenta millones de pesos a Televisa para que reforzará la campaña de Andres Manuel López Obrador a la Jefatura de Gobierno de La Ciudad de México. Hoy el sujeto que detenta la Presidencia de la República la tiene y mantiene tras las rejas por haber osado señalarle que ella lo había ayudado mucho a ser lo que ahora es. Así se ha desecho de casi todos quienes lo encumbraron, porque primero es el, después él y posteriormente el. Esa ha sido su deseo hecho ley, por eso nadie osa contradecirlo ya que conocen las consecuencias.
Sin lugar a dudas hasta ahora el único blanco opositor que tiene Andrés Manuel López Obrador es el Frente Nacional Ciudadano, o FRENA como exclusivo se le referencia. Los partidos de oposición han dado muestra de su pequeñez porque ni siquiera han intentado una reorganización interna para salir al paso del dictador de Macuspana. Y habrá que decirlo con todas sus letras, no es la hora de los partidos políticos, sino de los ciudadanos organizados que hasta ahora son el único frente del que el Presidente de la Republica está pendiente. Así lo mostró y demostró con la orden a Sheimbaun para detener el Contingente con elementos del Cuerpo de Granaderos.
Lo previsible es que en las siguientes semanas surjan otro tipo de grupos organizados que al cabo de pocos meses pretendan formar un amplio espectro opositor. El problema de una circunstancia como la nuestra es quién podrá tener la autoridad moral para consensuar voluntades de ganaderos, agricultores, trabajadores, sociedad civil, y hasta las reminiscencias de los partidos políticos de la oposición. Quizá la actual agrupación de gobernadores que han levantado la voz podría hacer la tarea que se requiere para frenar las ansias absolutistas del inquilino de Palacio Nacional. El tiempo corre, y la dictadura de aquel que siempre se dijo “demócrata”, por desgracia está a la vuelta de la esquina. Al tiempo.
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