Finalmente Andrés Manuel López Obrador decidió quitarse la careta del presunto demócrata y enseña la del autócrata que aspira al establecimiento de una dictadura de índole chavista en este país.
No tuvimos que esperar mucho los mexicanos, porque pareciera que necesita correr para cimentar esa idea que siempre ha traído ente manos que no es otra cosa que convertirse en el Dictador de más de ciento treinta millones de mexicanos que habitamos esta hermosa y aunque desigual nación.
El momento político no es fácil para quienes siempre hemos considerado a la democracia como el único camino para renovar las estructuras administrativas de los tres ordenes de gobierno, y me parece que treinta millones de mexicanos que votaron por Andrés Manuel López Obrador no tienen que ser suficientes para que alcance sus propósitos dictatoriales frente a más de ciento veinte millones de habitantes que mantenemos en todo el territorio patrio.
Ya no le da pena, y mucho menos esa actitud cínica con la que ahora vierte el veneno contra aquellos que nos hemos opuesto a la barbarie del establecimiento de una dictadura, cuyo sistema político es heredero de una de las revoluciones más sangrientas y duraderas, donde más de un millón de mexicanos perdieron la vida. Por fortuna el trabajo del Constituyente de 1917 fue visionario porque nos diseñaron un Modelo de país que con todos los defectos de sus gobernantes ha prevalecido vigente en el concierto de las naciones.
Pero también hay que señalar que bastante tuvimos con la experiencia de la dictadura encabezada por Porfirio Díaz, a quien muchos consideran un buen presidente por haber insertado al país dentro de los cánones de la modernidad y el desarrollo, aunque con las desigualdades propias de un régimen que privilegiaba el orden antes que el avance cultural y económico. Esa fue la principal causa del surgimiento de la etapa de esa Revolución Mexicana que tanto privilegiaron la clase política para definir un proyecto de nación y un sistema de gobierno de un solo hombre que persiste a la fecha, y que por desgracia está en riesgo ante las ansias dictatoriales de quién ahora detenta el poder.
Hemos tenido buenos y malos titulares del poder público, pero los mexicanos contábamos con la certeza de que también era un régimen de oportunidades por la creación de nuestro sistema educativo. Hoy por desgracia ese régimen que tuvimos y mantuvimos está siendo colapsado por las ansias dictatoriales de un hombre que nunca tuvo un trabajo fijo y que se dedicó al activismo político durante toda su vida para satisfacer sus ansias de poder, alcanzando por esa natural decepción masiva de los malos resultados de los gobiernos anteriores, el poder, ese que ahora utiliza para la instauración de un perverso y dictatorial modelo.
A López Obrador le urge consolidar el tránsito gubernamental hacia ese populismo rampante que ha empobrecido a los países de centro y Sudamérica que se afiliaron a las doctrinas del Foro de Sao Paulo. El peligro de la dictadura populista es real, y la ultima oportunidad de detenerlo quizá tenga que ser la elección intermedia. Y para ello se requiere que los partidos políticos de la oposición dejen de lado la mendicidad de sus liderazgos y por primera vez se entreguen a la causa de los mexicanos. De no unirse para dar la batalla en la siguiente elección, los mexicanos estaremos condenados a la Dictadura y al padecimiento de la pobreza como sistema de gobierno para depender de las dádivas gubernamentales. Negro destino para este maravilloso país si no somos capaces de lograr la unidad. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en periodismo.