Cuando un gobernante dice estupideces, corre el peligro de que sus gobernados le crean, pero cuando un pueblo cree todo lo que el gobernante les dice, es que ha comenzado a entrar en un grado de estupidez colectiva que sin lugar a dudas los llevara al fracaso como sociedad. Y esa peculiaridad les obligará a seguir aplaudiendo como si se festejará el triunfo de no sé qué, aunque no tengan para mal comer. Pero el problema también es de quienes lo escuchan
y lo defienden hasta en los medios de comunicación, porque tienen la misma característica, es decir, que han entrado en ese mismo estado de estupidez colectiva.
Esa es la particularidad de cualquier gobernante populista, porque reseñan un país que no existe y que en realidad están destruyendo porque esa es la finalidad primaria. Y quizás el gobernante no sea un estúpido, como muchos aseguran, por el contrario, la sagacidad que tienen para quitar la atención del desastre es infinita porque supieron sembrar una esperanza que difícilmente se consolidará, pero el vulgo les cree porque no es más que el síndrome de la venganza de los desposeídos.
Poco les importa mantenerse en la pobreza, y otros tantos en la indigencia, porque solamente esperan que se consolide una venganza por esa postración en que se mantuvieron tanto tiempo, mantener la vez una esperanza que nunca se alcanzará porque el proyecto no es para la reivindicación social, sino para la permanencia en el poder mediante el poderosa maquinaria de dádivas que en nada palian la miseria de la gente, por el contrario, no entienden que se han convertido en los rehenes de su propia postración y desidia.
México siempre ha sido un país de oportunidades, y aquellos que se sientan a esperar que esas oportunidades se presenten son el principal mercado del populismo.No entienden que el éxito personal se lo tienen que generar por ellos mismos, porque nunca nadie hará por ellos lo que no pueden hacer ellos mismos para salir de su postración. Para decirlo más claro, el líder populista basa su aceptación en el alimento de ilusiones para los pobres, y Andrés Manuel es experto en ello y en muchas cosas más, sobre todo en alimentar el encono popular contra los neoliberales.
Y lo hace porque los desposeídos no entienden que significa el neoliberalismo, y muchos menos para qué sirve, pero entregan su conciencia al populista que todo promete y que poco entrega, porque las dádivas ni siquiera sirven para sacarlos de su mendicidad.Cuando López Obrador promete edificar un sistema hospitalario similar al de Dinamarca en los momentos en que somos uno de los países con mayor número de muertes a causa del Coronavirus, se aprovecha de la ignorancia de esos hombres y mujeres que ha cautivado con la estrategia de “ "La Venganza de los Desposeídos".
Para decirlo más claro, al Presidente de la República poco le importan los pobres, y mucho menos su postración social, porque el proyecto no es de impacto social, sino de ejercicio de poder. En cualquier gobierno populista de cualquier lugar, la acumulación de riqueza de la clase dirigente es brutalmente ofensiva, y baste ver la horda de nuevos ricos que se dan los hijos del propio Presidente.El engaño les queda bien a quienes por venganza social decidieron entronizar al que tanto tiempo dispuso del dinero de los mexicanos mediante argucias discursivas, y por desgracia más perderán en esta etapa ellos mismos porque creyeron en la palabra de un líder que ni siquiera entiende para qué sirve la democracia, aunque sea producto de ella. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.