Los muertos que vos sigues matando

Hay cosas que en verdad no entiendo de lo que piensa y hace Andres Manuel López Obrador. Y no es que pretenda controvertir sus personalísimas decisiones, pero nunca un mandatario en este país había impuesto su personal voluntad en campos que por desgracia desconoce. Y uno de los
desastres más brutales en la historia médica de este país ha sido el manejo de la pandemia asesorado por un sujeto que de científico no tiene nada y si mucho de merolico oficialista que antepone el interés de un proyecto de gobierno antes que la probidad que presuntamente debiera tener un especialista.
 
Para dejar las cosas en claro, la definición de científico es muy simple: persona que participa y realiza una actividad sistemática para generar nuevos conocimientos en el campo de las ciencias, es decir, que realiza una investigación científica. Este término fue acuñado por William Whewell en 1833. Otra de sus acepciones se desprende del Latín “Scientificus”, y el adjetivo científico permite nombrar a aquello perteneciente o relativo a la ciencia. Este último término, que proviene de scientia (conocimiento), se refiere al conjunto de métodos y técnicas que organizan la información adquirida mediante la experiencia o la introspección, lo que desconozco si sepa el señor Lopez Gatell.
 
Para decirlo con mayor precisión, la aplicación sistemática de los mencionados métodos y técnicas permite la producción de conocimiento científico, que es información concreta y comprobable. En este caso, el adjetivo científico está vinculado a la precisión y objetividad implícitas en la metodología de la ciencia. Así de simple la descripción acerca de los conocimientos que debiera mostrar el encargado del manejo de la pandemia del coronavirus, y que hasta ahora lo único que nos ha enseñado a los mexicanos es la ocultación de información y la improvisación como método.
 
En lo que va de la gestión del señor Gatell al frente de la pandemia, las cifras hablan de un total de dos millones de personas infectadas a lo largo y ancho del país, casi millón y medio de recuperados, y más de ciento sesenta mil fallecidos en cifras conservadoras que da a conocer el propio gobierno, pero muchos especialistas han controvertido las cifras oficiales porque hablan de un conteo de muertes superior a los cuatrocientos mil mexicanos, lo que nos da una idea de la dimensión de la tragedia que han organizado por dilatar tanto los consejos públicos como la poca capacidad hospitalaria que utilizaron al principio del fenómeno pandémico.
 
Los mexicanos han sido abandonados a su suerte, y hasta ahora no existen razonamientos certeros por parte de la esfera oficial para hacer entender a los ciudadanos de que se trata lo que estamos padeciendo. Han sido las organizaciones de la sociedad civil, los propios empresarios, y los gobernadores quienes se han echado al hombro la tarea de generar conciencia para evitar que sigamos perdido vidas. Pero por desgracia hasta ahora la instrucción del Presidente de la República es seguir minimizando la tragedia y ocultando las cifras reales para no provocar pánico entre los mexicanos.
 
En lo personal pienso que hablar con la crudeza de lo que significa el coronavirus y los efectos en la condición de salud de los mexicanos desde el inicio, hubiera despertado mayores cuidados y tendríamos menos muertes que lamentar. ““Los muertos que vos matasteis no gozan de cabal salud”, y el tiempo cobrará el verdadero saldo del desastre organizado por un gobierno ausente que abandonó a su población, y las estupideces del merolico mañanero y presunto científico cuya tarea es el ocultamiento de datos y la dilación en ministrar información certera a los mexicanos. Muchas muertes pudieron haberse evitado si se hubieran preparado profesionalmente a quienes encabezaron el ahora desastre mortuorio. Así de simple. Al tiempo. 
 
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.