Hasta ahora pocos son los que se han salvado de enfrentar la inquina presidencial. Y es que con la transmisión de sus aburridas conferencias de todos los días le da por convertirse en el dueño y absoluto poseedor de la verdad. El ejercicio de comunicacion ha dejado de ser útil porque hasta ahora para lo
único que ha servido es para vanagloriarse de lo bien que va su gobierno, y la reseña de lo que hacen todos los días sus adversarios políticos para detener la triunfante marcha de la mal llamada “Cuarta Transformacion”, porque hasta ahora el sistema político actual sigue vigente porque así lo hemos decidido los mexicanos.
El problema de Andrés Manuel López Obrador no somos los mexicanos, ni los periodistas a los que tanto odia, y mucho menos la caterva de ineficientes que lo acompañan porque seguirán siendo sometidos a su mandato sin tener siquiera la oportunidad de verter alguna opinión porque el ostracismo sería su inmediato destino. El principal problema del inquilino de Palacio Nacional es el mismo Lopez Obrador que piensa que todo lo que se le ocurre se tiene que convertir en credo, y desde luego que hasta ahora ni quien se atreva a contradecirlo porque de inmediato sería defenestrado.
Por eso odia a los periodistas. Porque somos quienes relatamos lo cotidiano y ponemos en el contexto del debate público sus erráticas decisiones y sus dislates verbales que solamente muestran una pésima calidad de sus soliloquios, que no son otra cosa que el discurso que mantiene consigo mismo, como si pensase en voz alta, y que intenta convertir en un irrefutable verdad para todos los mexicanos simplemente porque salen de sus delirios de grandeza. Hasta ahora el desastre administrativo es la identidad de su mandato, pero también un crimen de lesa humanidad que ha venido poniendo en práctica desde el inicio de su gobierno.
Hasta ahora resulta escalofriante y detestable para una nación como la nuestra que un hombre que presuntamente protestó guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la haya violado cuántas veces se le ha pegado su regalada gana. Mentir ha sido su principal oficio, porque hasta ahora su contabilidad de mentiras supera las cincuenta y seis mil, y ese es el principal indicativo que llevó a confirmar a muchos hombres y mujeres de este país que siguen considerando que efectivamente es un peligro para Mexico y los mexicanos, y que el mismo se afana en demostrarlo.
Su mandato se convertirá en el más sangriento de la historia de este país. Y lo peor es que, insisto, podría ser acusado ante las cortes internacionales como un homicida pasivo al dejar sin medicamentos a los niños con cancer porque prefiere invertir ese dinero en la compra de voluntades a través de sus programas sociales. Andres Manuel Lopez Obrador tendrá que enfrentar el juicio de la historia por haber dejado morir a más de mil seiscientos infantes que padecieron una horrorosa agonía por carecer de medicamentos que paliaran la agresividad del cancer.
El desabasto de medicamentos tiene un solo nombre, y la muerte de esos niños también. Andres Manuel López Obrador es hasta ahora el peor Presidente de la República en la historia de este país, y al igual que Victoriano Huerta poco le importan los muertos con tal de satisfacer sus más caros anhelos de ejercer el poder como le venga en gana. Lo que no ha entendido es que Mexico es de los mexicanos, y no de un idiota con ínfulas de grandeza que se piensa indispensable y que planea al igual que los sátrapas de Centro y Sur America eternizarse en el poder. Al paso que va, la desobediencia civil será su peor enemigo. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.