Caprichos presidenciales

Sin lugar a dudas Andres Manuel López Obrador sigue viviendo en ese pasado en el que con mucha holgura y comodidad comenzó a realizar su activismo político con el propósito inicial de la reivindicación social de los hombres y mujeres más pobres de Tabasco. Con ellos recorrió caminos, enarboló

banderas, se dio a conocer, y se formó una fama de luchador social, que fue su plataforma inicial, para después alcanzar notoriedad nacional a través diversas conductas fuera de la ley con tal de alcanzar su máximo anhelo: ser gobernador de Tabasco.

El destino le daría la oportunidad de caminar por otros senderos más redituables para sus ambiciones políticas. Su incursión en el Partido de la Revolución Democratica le otorgaría una proyección y un liderazgo que se iría consolidando en el tiempo, hasta llegar a la dirigencia nacional, que lo proyectaría al ruedo de las negociaciones de alto nivel en la escena política del país. Habrá que decir que esa astucia natural que siempre le ha caracterizado lo puso en el lugar adecuado en los momentos precisos, porque se convirtió en el valor más fuerte, conocido y reconocido del perredismo. Es más, él era el PRD.

Su llegada a la Jefatura de Gobierno en el Distrito Federal en el año 2000 lo colocaría como un candidato natural para la Presidencia de la República. Fue tres veces candidato presidencial en las elecciones de 2006, 2012 y 2018, en la que al fin alcanzó su más vehemente anhelo. Por cierto, obtuvo el 53.19 por ciento de los votos con una ventaja de más de diecisiete millones de votos frente a José Antonio Meade Kuribreña del PRI. Su primer anuncio fue que habría un cambio de régimen, y que se denominaría La Cuarta Transformación, que no ha sido más que un acabado eslogan de la campaña que aún sigue manteniendo.

Si hay algo que los mexicanos pudiéramos reclamar de Andrés Manuel López Obrador, es que antes que preocuparse por el bienestar de los mexicanos antepone su interés por el activismo electoral para mantener firme el paso de una mal llamada ““Cuarta Transformacion”, que hasta ahora no ha sido más que un eslogan porque el tabasqueño pareciera que le acomodan más las campañas que sentarse a definir lo que debe ser un gobierno para todos los mexicanos y no para los simpatizantes del Movimiento de Regeneración Nacional.

Pero también tiene y mantiene muchos claroscuros, porque si algo lo ha definido es el oscurantismo y la falta de transparencia en la disposición del dinero público sin importarle los ordenamientos legales que definen como se tienen que invertir esos caudales, que por cierto son de todos los mexicanos. Me parece que el afamado préstamo que le otorgó a Epigmenio Ibarra es contrario a la legislación, pero poco le importa porque las oposiciones son una minúscula minoría, y todo lo que se le venga en gana contará con la anuencia de su avasalladora mayoría.

Si algo tiene de distinto de sus antecesores, es que poco le importa que la investidura presidencial sea mancillada con sus desplantes. Como es el caso de la visita privada a Badiraguato, la tierra de Joaquin Guzmán Loera, el afamado “Chapo” que purga una cadena perpetua en Estados Unidos. ¿A que fue a Badiraguato? Solamente él y quienes lo acompañaron lo saben, porque dijo que iría a revisar la construcción de unas carreteras. Evento privado, el Ejército Mexicano fue el encargado de tender los cordones de seguridad. La maledicencia popular dice que fue a presentar sus respetos a Ovidio y a la Madre del Chapo Guzmán. Como dicen por ahí, ““no hagas cosas buenas que parezcan malas Andres Manuel”. Los mexicanos somos muy mal pensados. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.