Sin lugar a dudas los mexicanos estamos recibiendo lo que sembramos. El encono por los malos gobiernos del pasado tricolor y blanquiazul no están
cobrando una cara factura. Si bien es cierto que los anteriores mandatarios tuvieron muchos excesos, yerros, y caprichos propios del ejercicio del poder, también lo es que lo que ahora vivimos es una amarga pesadilla que al cabo del tiempo se convertirá en una de las más negras etapas de nuestro devenir histórico. Hasta ahora ese destino se antoja ineludible porque quien ahora determina el destino de los mexicanos pareciera vivir en ese pasado que dejamos atrás hace muchos años.
Mexico ha sido una ínsula de corrupcion todo el tiempo, y pese a lo que diga quien ahora detenta la Primera Magistratura, nunca antes vimos y vivimos la forma en que ahora se dispone de forma discrecional y fuera de los parámetros de la honorabilidad el dinero que es propiedad de todos los mexicanos. La honorabilidad no existe en el radar de quien ahora conduce al país. Y mucho menos en sus principales funcionarios porque ya se acostumbraron a obedecer ciegamente a quien les transmite órdenes que se tiene que cumplir. Para decirlo más claro, no hay iniciativa personal, porque de lo que se trata es solamente de satisfacer los deseos de quien por ahora se empecina en destruir lo construido pensando que podrá hacer algo diferente.
Andres Manuel López Obrador no entiende que nunca habrá soluciones mágicas para solventar los difíciles problemas de un país de más de ciento veinte millones de habitantes que todos los días tiene requerimientos, que enfrentan dificultades, y que añoran la etapa en que había trabajo, en que la economía funcionaba y al menos los más desprotegidos contaban com elementos para alcanzar la canasta básica. Hoy es lamentable la realidad de que más de diez millones de mexicanos han entrado a la pobreza a causa del empecinamiento presidencial de precarizar más a las clases menesterosas para convertirlos en rehenes de los programas sociales.
Lo cierto es que la viabilidad de un país consiste en la generación de oportunidades a través de la inversión privada y no de las dádivas oficiales que nunca alcanzarán para sacar de la miseria a esos mexicanos que en los últimos tres años han caído en la pobreza. Ese es el destino al que los ha sometido Andrés Manuel López Obrador, porque no concibe que antes que regalar el dinero público se deben atender las causas de esa pobreza que sigue incrementándose por la carencia de seguridad en la inversión empresarial.
Sin lugar a dudas Lopez Obrador se parece cada día más a Luis Echeverria, aunque él piensa que por detentar el poder y por mantener una serie de programas sociales que le cuestan a todos los mexicanos que tributamos, ha adquirido la dimensión de un estadista como se lo pregonan sus principales colaboradores acostumbrados a la lisonja fácil, sabedores de que ese es el camino para mantenerse en el ánimo de quien determina lo que se hace, como se hace y para que se hace. Lo peor es que no entiende que no entiende como funciona un país como el nuestro.
Por desgracia esa vuelta al pasado nos significará históricamente a los mexicanos un salto al vacío, porque serán seis años perdidos en el rumbo político, económico y social. Por desgracia nuestro Mexico está inmerso en esa etapa retardataria a causa del pensamiento arcaico de quien por ahora detenta el poder. Pero como dicen por ahí, no hay mal que dure cien años, ni pueblo que los aguante. Lo previsible es que los seis años de ejercicio del poder por Andres Manuel López Obrador serán recordados como una de las etapas más obscuras de la historia patria. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.