Cuando de hacer comparaciones y justificar resultados se trata, por lo regular, siempre se acude al pasado, ya que es más fácil
señalar los yerros que los éxitos, y esa ha sido la principal característica del Sistema Político Mexicano, cuyo modelo sigue vigente con todo y los señalamientos que hacia el señor López Obrador cuando pululaba por todos los rincones del país. Por desgracia, hoy se encuentra inmerso en la disyuntiva de intentar justificar la ineficiencia actual, acudiendo al pasado para justificar el fracaso en que se encuentra su gobierno.
El Presidente de la República ha hecho de la mentira palaciega un credo con el que sigue aleccionando a las hordas morenistas intentando justificar, con las referencias al pasado, los magros resultados de su gestión al frente de un país de más de ciento treinta millones de hombres y mujeres que confiaron en su pretendida Cuarta Transformación, que hasta ahora sigue siendo un brutal fracaso y que ha propiciado un tremendo empobrecimiento en las clases sociales más desprotegidas, a las que quito los incentivos económicos para entregar dádivas que los empobrecen aún más.
Regalar dinero nunca será palanca del desarrollo, por el contrario, el resultado ha sido un incremento brutal de la pobreza porque en lugar de invertir en proyectos de desarrollo ha preferido la dádiva fácil para mantener y conservar esa popularidad que lo llevó a alcanzar el poder. Las inversiones por parte del Estado no existen, y eso implica que los propios empresarios sean renuentes a incentivar la planta productiva del país porque no existen condiciones de certeza para al menos recuperar su dinero.
En otro más de sus desplantes discursivos señaló que “si su administración no hubiese actuado como lo ha hecho, el país estaría inmerso en una profunda crisis de ingobernabilidad, al considerar que ya no se podía mantener el mismo régimen caduco, de corrupción, injusticia y privilegios”. Y que bueno que hace ese señalamiento, porque hasta ahora ese régimen caduco, de corrupción, de injusticia y privilegios, sigue estando vigente y propiciando mayores carencias de las que había en el pasado. Hoy los niveles de empobrecimiento son mayores que los que se propiciaron en los regímenes anteriores.
Y lo peor es que tratando de justificar la inacción e ineficiencia del gobierno que encabeza, señaló que el gobierno era un facilitador para la corrupción, para convertir lo público, incluyendo el presupuesto, en beneficio de particulares. “Era una oficina para entregar concesiones y no pensar en la gente, sino en los llamados negocios, las tranzas para decirlo coloquialmente. Para eso era el gobierno, un comité al servicio de una minoría rapaz, resaltó”. Caray, el Presidente de la República, ha estado intentando justificar la ineficiencia de su gobierno acudiendo al pasado, pero ese pasado al que alude, es parte del problema porque se está siguiendo el mismo libreto de los gobiernos que tanto critica.
No hay nada nuevo bajo el sol, por el contrario, Andrés Manuel López Obrador sigue viviendo en ese pasado que siempre criticó sin entender que su presente, el de ahora, tiene los mismos defectos y las mismas circunstancias que tanto crítico. No se puede acudir al pasado para justificar el presente, porque cualquier gobierno del pasado reciente ha tenido mejores resultados que su populismo verbal. No es lo mismo criticar que construir o edificar, y pasará a la historia como uno de los peores mandatarios porque avances no existen, por el contrario, la tasa de empobrecimiento ha sido mayor en su gestión que cualquiera de las anteriores. No es lo mismo criticar que edificar. Esa es la diferencia. Al tiempo.
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Lic. En Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por el Instituto Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.