Muy caro le están saliendo a este país las ocurrencias del Presidente de la República. Andrés Manuel López Obrador siempre ha mostrado y demostrado
que cuenta con una capacidad infinita para controvertir cualquier intento de apartarse de sus designios y de control de los asuntos públicos, aunque en la mayor parte de las ocasiones provoque daños que después se tienen que resarcir con pagos en efectivo a causa de su empecinamiento de que las cosas se hacen de la forma en que el mismo las dicta.
Ese voluntarismo personal le ha costado muy caro a este país, y lo peor es que seguirán ocurriendo cosas inexplicables que se apartan del sentido común, simplemente porque perciben y concibe que tiene que dejar muestra a la posteridad de que decisiones sus decisiones siempre estarán por encima de cualquier intento de que las cosas se hagan o se realicen sin que deje una huella de su poder. Nunca antes vivimos una circunstancia de este tipo, y ese empecinamiento de controlar todo ha propiciado un brutal quebranto a las finanzas públicas.
Ese es el precio que tenemos que pagar los mexicanos, y por desgracia los siguientes dos años que le faltan para concluir su ejercicio al frente del Gobierno del país seguirá con la misma tónica, pese a que en la mayor parte de las ocasiones se generen cuantiosos gastos con esas constantes ocurrencias, que no son otra cosa más que su visión distorsionada de lo que necesitamos las hordas de súbditos de ese movimiento amorfo al que nombró “La Cuarta Transformación”, y que hasta ahora no ha transformado absolutamente nada más que el incremento de los niveles de pobreza.
Por lo pronto, Aeroméxico dio a conocer que eliminará definitivamente sus vuelos desde el Aeropuerto Felipe Ángeles con destino a Cancún y Villahermosa. Y la decisión fue tomada a causa de que el vuelo tuvo operaciones con solamente cuatro pasajeros, y una ocupación en promedio de veintitrés viajeros por vuelo, lo que quiere decir que nadie en su sano juicio comprometido esa terminal aérea porque no es viable el trayecto y la estancia en un lugar al que pocos llegarán o saldrán de esa terminal.
Y esto habla de un brutal fracaso a causa de las ocurrencias palaciegas que pretendiendo obligar a las aerolíneas, piensa que alcanzará su capricho de que los mexicanos pierdan varias horas para llegar a Santa Lucía y desde ahí se embarcan a los diferentes destinos del país. El fracaso de Santa Lucía está a la vuelta de la esquina, y por mucho que el Presidente de la República se empecine en imponer su voluntad, puede tener la seguridad de que siempre habrá otras opciones para llegar a sus lugares de destino.
Lo peor de todo esto es que antes que brindar facilidades a los viajeros pareciera que el Presidente de la República se empecina en colocar trabas simplemente porque a él se le ocurrió realizar una obra inviable con tal de satisfacer su megalomanía, que no es otra cosa, que una alteración de la personalidad, caracterizada por los aires de grandeza, de manera que puede mentir, manipular o exagerar algunas circunstancias con tal de conseguir sus objetivos, es decir, imponer su voluntad. Al tiempo.
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Lic. En Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por el Instituto Carlos Septién. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.