Según las cifras que se han venido dando a conocer por diversas entidades que han estado pendientes de lo que ocurre en materia de criminalidad
en este país, este sexenio, el que hasta ahora encabeza Andres Manuel López Obrador se ha significado como el más violento de la historia reciente de este país. Por desgracia hasta ahora la cifra de muertes violentas es escalofriante y habla de un brutal fracaso de la estrategia implementada desde Palacio Nacional, donde se acuñara aquella frase sin sentido de “abrazos no balazos”.
Por desgracia las cosas no marchan como el propio Presidente de la República pensaba, porque hasta ahora los muertos por violencia suman la brutal cantidad de ciento veintiún mil seiscientos cincuenta y cinco homicidios en todas las latitudes del país desde la instauración de la mencionada estrategia que habla de ofrecer la mano y un abrazo a los delincuentes, quienes hasta ahora han demostrado que la oferta no les ha gustado y que prefieren seguir sus propios métodos para continuar dominando al país.
Para decirlo más claro, los mexicanos tenemos fresca en la memoria aquellas peroratas del tabasqueño culpando a Felipe Calderón de las muertes que se realizaban en todos los confines de este país, y posteriormente culpando todo el tiempo a Enrique Peña Nieto por una presunta estrategia fallida que estaba provocando una brutal mortandad en todos los rincones del país porque la estrategia de contención no era la adecuada, y mucho menos el sacar al Ejército a las calles, lo que después derivaría en una estrategia de campaña para culparlo del número de las muertes que se estaban realizando a lo largo y ancho de este atribulado país.
El problema se agravó a la llegada de Andres Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, porque la estrategia de abrazar a los delincuentes no ha funcionado hasta ahora, y pese a los llamados a la concordia por parte del Primer Mandatario, ellos prefieren seguir sembrando el terror en todas las latitudes del país porque con ello el negocio les reditúa mejores rendimientos y sobre todo el paso libre para hacer lo que les venga en gana en todas las latitudes de este atribulado país que hasta ahora sigue regando sangre de sus hombres y mujeres por todos lados.
El Primer Mandatario tendrá sus razones para instrumentar llamados a La Paz a quienes eligieron el camino del trasiego de las drogas, el sicariato, el cobro de piso, el control de amplios territorios donde los moradores tienen que pagar cuotas para evitar que les hagan daño, pero, sobre todo, el control total de los territorios donde los negocios florecen. Y lo peor de todo, es que hasta la Guardia Nacional enseña sus propias carencias en la preparación de sus miembros, porque tres de sus elementos utilizaron de manera ilegal y excesiva la fuerza en contra de una pareja a bordo de una camioneta en la carretera Zapotlanejo Guadalajara, abriendo fuego y asesinando a una mujer embarazada.
Ese no es el país que nos reseñó Andres Manuel López Obrador durante tantos años de pupilar por todos los rincones del país acusando de ineficientes a los gobiernos en turno, y por desgracia el suyo ha sido el más desastroso, aunque pretenda escudarse en sus propias mentiras señalando al pasado como el principal motivo de lo que ahora estamos viviendo. La República no goza de cabal salud, el desastre es la identidad del gobierno actual, pero la ineficiencia es la que marcará el antes y el después. Así de simple. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.