Cada uno tiene una concepción muy personal de lo que se tiene que hacer cuando de ejercer gobierno se trata.
Y en muchas de las ocasiones las ocurrencias están por encima de los proyectos gubernamentales y los resultados se convierten en un desastre, lo que marcará durante mucho tiempo a quienes padecen las decisiones de aquellos que, por ignorancia o falta de capacidad desde la esfera gubernamental, pasan los agobios propios de una sociedad disímbola y a la vez poco proclive a la participación en la vigilancia de las decisiones que impactan nuestra forma de vida.
Hacer gobierno no es fácil, porque se trata de ejercer la defensa y conducción del Estado en todos los aspectos, porque va desde lo territorial hasta lo administrativo, pero también pasa por la conducción de una sociedad disímbola y en su mayoría carentes de esos satisfactores que por obligación tienen que generar aquellos que elegimos para procurar el bien común y la armonía social. Pero habrá que decir que en los últimos años la ““Alianza para el Gobierno Abierto” ha crecido de ocho a setenta países y donde se ha promovido una verdadera Transformación.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico define al “Gobierno Abierto” como una cultura de gobernanza basada en políticas públicas y prácticas innovadoras y sostenibles que se basan a su vez en los principios de la transparencia, rendición de cuentas y participación que promuevan la democracia y el crecimiento inclusivo, algo que desde luego detesta el inquilino de Palacio Nacional quien hasta ahora solamente ha basado su proyecto en las ocurrencias mañaneras que todos los días ponen los pelos de punta a la mayor parte de los mexicanos.
Por desgracia el señor López Obrador detesta lo que significa un gobierno abierto, porque tendría que abrir las puertas al mundo, e innovar con todos, y especialmente con los ciudadanos, compartiendo el destino de los recursos que se mantienen celosamente guardados y de los que nunca sabremos su destino porque la opacidad es el principal sello de la mal llamada Cuarta Transformación, que hasta ahora se ha dado el lujo de enviar enormes cantidades de millones de dólares para reforzar a las economías de las tiranías del Continente.
Por esa circunstancia es que el presidente de la Republica le ha dado por encriptar como secreto de Estado los recursos económicos que les ha enviado a diversos mandatarios del Continente con la finalidad de que mantengan vigentes las dictaduras populistas de las cuales hasta ahora se siente el líder máximo. Un gobierno abierto y transparente proporciona información sobre lo que está haciendo, planes de acción y fuentes de datos tratando de fomentar y promover la rendición de cuentas de la administración ante los ciudadanos, lo que en este país no ocurre ni ocurrirá mientras el populismo siga siendo la doctrina gubernamental.
Ojalá el presidente de la República entendiera que el mejor modelo de gobierno es aquel en que los ciudadanos tienen un rol más activo colaborando en las decisiones del estado para la formulación de políticas públicas que coadyuven a la solución de los problemas y la generación del valor público. Para decirlo más claro, el gobierno abierto es un modelo de gobernanza que promueve la transparencia y el acceso a la información, pero también mantiene la participación ciudadana y la rendición de cuentas o integridad que hasta ahora nunca ha mostrado el inquilino de Palacio Nacional. Y ni que decir de la participación ciudadana que ya ha dejado de existir. Pobre país. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.