Si alguna característica ha tenido el Gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación es su vocación por dilapidar los recursos públicos
que aportamos los mexicanos vía impuestos, y que en la mayor parte de las ocasiones el oscurantismo es una de las partes importante del proyecto gubernamental encabezado por Andres Manuel López Obrador, quien utiliza al erario como una herramienta para mantener vigente su movimiento, pero, sobre todo, con una discrecionalidad brutal para ocultar las cifras y el destino de los caudales públicos.
Y esta circunstancia no es nueva, pero la novedad es que necesita dinero para seguir manteniendo esa careta de magnanimidad con la que esconde sus verdaderos fines, y que no es otra cosa que comprar conciencias para mantener viva su presunta Cuarta Transformación. Para decirlo más claro, la rendición de cuentas no existe en el vocabulario del Primer Mandatario, como nunca existió en las enormes cantidades de que dispuso para su periplo por todos los rincones del país, y la forma en que todavía impone para mover enormes cantidades de dinero de un rubro a otro sin el menor pudor.
La Cuarta Transformación que encarna el tabasqueño ha tenido como sello la disposición del dinero público en los caprichos políticos del Presidente de la República, cuya estrategia de cooptación sigue y seguirá siendo la entrega de efectivo a cambio de votos y lealtades, porque pese a que sigue siendo un “Animal Político” en toda la extensión de la palabra, nunca habrá dinero en suficiencia para mantener a sus huestes libres de la pobreza, porque su principal objetivo es la dependencia obligada de las clases bajas en la diversidad de programas sociales que le permiten mantener aún altos índices de popularidad.
Ante la eventualidad de que su gobierno ya no cuenta con las grandes cantidades de dinero a causa de ese gasto superfluo al que se ha acostumbrado con tal de seguir gozando de la simpatía de los estratos sociales más empobrecidos, con el pretexto doctrinario de que hay que distribuir de la mejor manera el ingreso público que en su mayoría se aplica en la infinidad de programas sociales que ha estructurado a lo largo de su mandato, porque no sabe hacer política, pero ha sido toda su vida especialista en un sinnúmero de ardides con tal de salirse con la suya.
Pero como dicen por ahí, “no hay dinero que alcance, ni pueblo que lo resista”, y ante la eventualidad de no contar con capitales en suficiencia para seguir su “magnánima obra” de ayuda, ha mostrado de que está hecho con la decisión de disponer del dinero existente en cuentas presuntamente abandonadas. El gobierno encabezado por Andres Manuel López Obrador tiene una nueva y amplia fuente de financiamiento para seguir comprando conciencias. Ahora dispondrá de las cuentas bancarias que no han mostrado actividad en los últimos años, y que ha evidenciado en sus conferencias mañaneras como dinero abandonado.
En lo personal me parece que antes que tomar la determinación de utilizar ese dinero, se debió haber realizado una investigación para conocer el destino de sus propietarios, o bien de sus posibles herederos, porque no es dinero público, sino cuentas bancarias cuyos dueños seguramente han fenecido, sin que ello quiera decir que no existen familiares que pudieran reclamarlas. Pero esa circunstancia poco le importa, porque como dicen que señalaba Maquiavelo: “el fin justifica los medios”, y la finalidad primaria es seguir regalando dinero salga de donde salga, así sea mediante el hurto descarado del dinero ajeno. Al fin que siempre lo ha hecho. Así de simple. Al tiempo.
Vladimir Galeana Solórzano
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.