En los últimos meses han surgido diversos epítetos que le adjudican al inquilino de Palacio Nacional. Para decirlo
más claro, la mayor parte de los mexicanos de todas las latitudes de este aún maravilloso país abominan a quien por ahora detenta el poder por sus desplantes de que su gobierno tiene una alta carga de honestidad, cuando los propios medios de comunicación han reseñado la forma en que se utiliza el dinero de los mexicanos para satisfacer esa megalomanía que detenta, y que no es otra cosa que un trastorno mental que lo hace creer que es una persona socialmente importante.
Y seguramente dichos epítetos seguirán siendo la constante ya que la mayor parte de los mexicanos se han dado cuenta del montaje que ha sido su administración, y por consecuencia entienden el porqué de los malos resultados y la desastrosa forma en que se determinan las partidas presupuestales para mantener el engaño que ha montado, y que seguirá montando mientras los mexicanos de todas las latitudes comiencen a entender esas razones por las que han estado o seguirán engañados.
Si definiéramos lo que significa la palabra fusión tendríamos que señalar que es un hombre vil y despreciable que vive del engaño y de la estafa. Para decirlo más claro, es una persona sin honor, perversa y despreciable. Y habrá que señalar que este epíteto es una dura prueba que difícilmente podrá quitarse el presidente de la República de ahora en adelante, porque son los propios mexicanos de todas las latitudes quienes han mencionado esa cualidad que hasta ahora han venido observando en quien conduce los destinos de este aún maravilloso país.
Y en este país de libertades, cada uno elige su propio destino, y en lo personal creo que existieron diversas circunstancias que abonaron a la llegada de Andrés Manuel López Obrador al Ejercicio del poder en este país, y que por desgracia hasta ahora estamos entendiendo. El hartazgo de los mexicanos de todas las latitudes por los excesos cometidos a través del uso del dinero público en beneficio de unos cuantos, ha sido uno de los motivos más poderosos para que los ciudadanos determinaran dejar de confiar en tricolores y blanquiazules.
El problema es que los mexicanos decidieron cambiar de rufianes y endulzaron los oídos a las prédicas de uno de los más grandes embaucadores que ha tenido la historia de este país, y lo hicieron presidente de la República. Y pese a que aún cuenta con muchos adeptos producto de las dádivas gubernamentales, el desencanto se ha presentado en la mayor parte de los diversos sectores sociales a lo largo y ancho de este aún maravilloso país. Para decirlo más claro, el hombre más ambicioso de la historia está a cargo del destino de los mexicanos.
Pero también habrá que señalar que nunca un Mandatario ha sido tan voraz para el manejo de los caudales públicos. Y hasta ahora sigue engrandeciéndose la leyenda de la enorme riqueza que los vástagos presidenciales detentan en diversos paraísos fiscales porque salieron tanto o más sin vergüenzas que su propio padre. El episodio de la noche en que dichos vástagos presidenciales asaltaron a los líderes petroleros sigue siendo el sello de la familia, y lo seguirán haciendo hasta en tanto los propios mexicanos no cambiemos el rumbo de nuestro destino como nación. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.