Muchas veces he señalado en este espacio que el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador es un personaje muy
singular, y que en ocasiones se sitúa fuera de la realidad que vivimos los mexicanos, porque al parecer el ha logrado hasta ahora vivir en la perfección que le dicta su propia condición de mandatario, y su convicción de que hasta ahora no existe sobre la faz de la tierra alguien como el con esa sapiencia y sabiduría que lo distingue de los demás, y que los mexicanos debiéramos estar agradecidos por ser nuestro Mandatario.
Para decirlo más claro, el hombre más sabio, el más prudente, el más querido, el más apreciado, el más humilde y austero, y el más honorable sin lugar a dudas, es quien conduce el destino de los mexicanos por el sendero del éxito, porque la vida no se trata simplemente de acumular bienes y riqueza, sino de procurar el bien común y conducir por el sendero de la austeridad a quienes durante tanto no supieron entender que la pobreza franciscana es la mejor condición para estar bien con uno mismo y ser ejemplo para los demás.
Y qué bueno que Andrés Manuel López Obrador tenga por misión esa austeridad que tanto pregona, pero no ha sabido conducir por ese sendero a sus hijos, quienes hasta ahora detentan una considerable fortuna que por desgracia ha sido edificada al amparo del poder que ejerce su padre, quien como cualquiera de los mandatarios populistas del hemisferio, tiene por debilidad el bienestar de sus hijos, y ha procedido en consecuencia colocándolos en el cenit de los negocios desde el poder mismo para que no se mezclen con los empresarios que se han distinguido por una brutal ambición por el acumulamiento de riqueza.
Vaya con las contradicciones del inquilino de Palacio, quien siempre dio muestras de gastar lo que fuera necesario para alcanzar su más caro anhelo: ejercer el poder. Y hasta ahora los mexicanos hemos entendido que los grandes capitales de que siempre hizo gala provenían de quienes ahora dominan las distintas regiones de este azorado país donde el crimen organizado cuenta con todo el apoyo para que sigan dominando y gobernando los territorios que ahora no son tutelados por la Federación, y mucho menos por la fuerza pública, porque han sido entregados a las distintas bandas del crimen organizado.
Para decirlo más claro, en este país vale mucho más un criminal que cualquier ciudadano honesto que con su esfuerzo lleva el pan y la sal a la mesa en la que se alimentan sus hijos. Pero lo más grave es que ahora ya no se cantará el himno nacional, porque el inicio de la negación de nuestro patriotismo se ha enseñoreado en el Aeropuerto Internacional de Santa Lucía, donde los trabajadores de todas las condiciones ahora tienen que cantar el himno dedicado a dicho aeropuerto, y quien no lo sepa o no lo cante, es despedido de inmediato.
Mexico ha entrado en una grave fase del populismo rampante que pretende imponer Andrés Manuel López Obrador, y el paso siguiente será el fascismo, donde las loas al líder tengan que ser cantadas y entonadas con marcialidad para satisfacer el egocentrismo del bien amado Camarada Líder Don Andrés Manuel López Obrador. Muchos de sus adversarios dijeron que estaba loco, incluso en los debates que mantuvo con Jaime Rodríguez ““El Bronco” así le decía, y por desgracia ahora podemos constatar que efectivamente su egolatría ha llegado a los límites de la locura que tanto predijeron muchos. Bien dijo alguna vez el propio Andrés Manuel López Obrador, que “el poder atonta a los inteligentes, y a los tontos los vuelve locos”. Ojalá no se le ocurra hacer una elegía, porque estaría condenándose el mismo. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.