Sin lugar a duda la valentía del presidente de la Republica es asombrosa. Y habrá que señalar que esa valentía no es por
la detentación de la Presidencia de la República, sino por el arrojo que durante toda su vida pública ha mostrado y demostrado. No es fácil hacer algo así, y habrá que decir que desde aquella épica figura que protagonizó Antonio Severiano De Padua López de Santa Anna, nadie más había sido tan osado como el que ahora detenta el poder y decidió vivir en un Palacio, como mandan los cánones de aquellos que piensan que su grandeza lo merece. La heroicidad es una cualidad que detenta una persona que por su arrojo y valentía es digno de considerarse heroico, y Andres Manuel López Obrador lo es sin lugar a duda. Vivir en la medianía durante mucho tiempo para mantenerse vigente en el ánimo de aquellos que escucharon durante tanto tiempo sus peroratas, en contra de quienes detentaban el poder, habla de ese arrojo y valentía que hasta ahora hemos presenciado los mexicanos. Y esto ha sido durante muchos años en que se dedicó a recorrer el país lanzando arengas irrepetibles por sus discursos cargados de buenas intenciones.
Si definiéramos las cualidades que han acompañado al ahora presidente de la República, tendríamos que enumerar aparte de la valentía, el arrojo, la osadía, la entereza, la vehemencia de creer en su propia raigambre entre todos los mexicanos que hasta ahora lo siguen venerando, porque han sido depositarios de esa estrategia de que “por el bien de todos, primero los pobres”, y esos pobres son los que lo han convertido en el paladín de la justicia Social y en el reivindicador de los menesterosos.
Es de admirar su innegable capacidad para convertir la esperanza y la inquina en uno de los más sólidos pilares de sus arengas públicas, y le ha dado el resultado que esperaba porque supo sembrar en todo el país la mística de esa circunstancia que lo llevó al poder, a la cúspide de sus aspiraciones personales, al cenit de su carrera pública, siempre con el engaño por delante, la mentira por credo, la diatriba como lema, y la mendicidad como el sello principal de su gobierno, y sus ansias totalitarias que por desgracia ha alcanzado.
Una de sus principales y heroicas decisiones fue quitarles a los niños con cancer la posibilidad de que siguieran teniendo esa esperanza de verse con vida. Al fin y al cabo, que esos niños no votan, pero salen muy caros los tratamientos y el dinero se tiene que llevar a los programas sociales, porque de eso se trata, que sean los vivos quienes voten por su proyecto de gobierno, porque el silencio de las tumbas en los panteones no vota ni apoyan con su asistencia sus concentraciones, esas que desde luego le otorgan la satisfacción de sentirse querido, apreciado.
Por eso desde el 2019 redujo el presupuesto del sector salud, y también la distribución de medicamentos, vacunas e insumos médicos. Es mas, los propios médicos que murieron dejaron el récord más grande de todo el mundo, y eso lo tenemos que agradecer al presidente de la República, pero también agradeceremos la muerte de más de cuatro mil trabajadores de la salud, y ni qué decir del apoyo a los migrantes centroamericanos para que perdieran la vida, esos seiscientos cincuenta hombres y mujeres no valen nada porque no votan en este país. Después vendría el año más mortífero, porque 853 migrantes murieron el año pasado, pero tampoco vale la vida de aquellos treinta y ocho migrantes que murieron quemados. Ni que decir, la heroicidad de Andres Manuel López Obrador es épica, y lo único que esperamos los mexicanos es que nunca, nunca más, surja alguien así. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.