El Presidente de la Comisión de Gobierno en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y miembro prominente del Partido de la Revolución Democrática, ha dado muestras de poseer un criterio distinto a lo que debiera tener alguien que se precie de ser un buen político.
No sé qué tipo de político pretende ser, pero hasta ahora ha dado muestras de entender muy poco acerca de aquella tesis que refiere que hay que anteponer el interés de las mayorías al de las minorías, como lo mandatan los cánones de la democracia en cualquier latitud del mundo. En lo personal no conozco al señor Granados, pero creo que no me he perdido de nada porque es uno más de esos pillos que tuvieron la fortuna de alcanzar fuero por obra y gracia de las complicidades partidistas. Quizá su gusto por la marihuana, que ahora pretende legalizar, es la que ha ocasionado los desequilibrios de su entendimiento.
Manuel Granados pertenece a esa casta de hombres y mujeres que han aprendido a moverse entre esa fina línea de lo legal y lo ilegal, y que seguramente seguirán pululando por ahí haciendo de las suyas como lo han hecho durante tanto tiempo. Por un lado el discurso reivindicatorio, y por el otro las complicidades y los negocios al amparo del poder. Así funciona el esquema del partido que lo encumbró, como también ha funcionado en otros partidos, aunque el grado de cinismo entre uno y otro alcanza mucha distancia. Mientras aquellos lo hicieron de forma cínica hasta que perdieron el poder, ahora los cínicos están del lado de aquellos que gobiernan la Ciudad de México desde el año de 1997.
Para decirlo de otra forma, muchos de los que ahora se han enriquecido groseramente haciendo política en la Capital de la República, debieran estar purgando una larga condena por los delitos cometidos en su carrera política. A esa casta pertenece Manuel Granados, a la de los cínicos más cercanos a la delincuencia organizada que a la justicia social que dicen propiciar con sus actos. Tanta es su cercanía que fue quien encabezó la propuesta para excarcelar a los anarquistas y vándalos en que se convirtió el presunto movimiento #YoSoy132, y que han cometido desmanes tras desmanes sin que exista la posibilidad de que los daños sean reparados porque le quitaron el carácter de grave al delito. Los cómplices de Manuel Granados se colocaron la careta de cínicos para excarcelar a quienes causaron daños por más de mil millones de pesos a la Ciudad de México el primero de diciembre pasado.
Esos mismos vándalos y anarquistas fueron los que agredieron al cuerpo de granaderos que el Gobierno del Distrito Federal utiliza como escudo en las protestas públicas para aguantar las agresiones de grupúsculos militantes en el PRD, y a los que presuntamente se les permite agredir a los policías con el pretexto de desahogar sus odios acumulados. Por eso el “respetable” delincuente con fuero, Manuel Granados Covarrubias, señala que los anarquistas también tienen derecho de protestar. ¿Vería la forma tan deleznable y el odio con que muchos de esos vándalos agredían a inertes granaderos que tuvieron la mala fortuna de perder la vertical? No fueron piedras, fueron peñascos y garrotazos los que se observan en las fotografías. ¿Ése es el diálogo del que habla Manuel Granados? Sin lugar a dudas es uno más de esos delincuentes que se convirtieron en representantes populares para desgracia de quienes aquí vivimos. Pobre ciudad. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.