Sin lugar a dudas el Estado Mexicano, o para decirlo mejor, el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, atraviesa por una etapa de crisis que lo puede orillar a tomar decisiones apresuradas o en el peor de los casos equivocadas. La presión social implementada por los liderazgos magisteriales intentando reciclar las movilizaciones encabezadas por Othón Salazar en la década de los años cincuenta del siglo pasado, mantuvieron en vilo a las instituciones federales y locales por cerca de un mes en la Capital de la República,
donde se evidenció la falta de coordinación y articulación entre las instancias federal y local de gobierno. Los maestros hicieron de las suyas sin que hubiera alguien que los acotara, y provocaron severos daños a los comerciantes establecidos del Centro Histórico, y nos hicieron la vida de cuadritos a quienes aquí habitamos.
En lo personal me parece que el gobierno encabezado por Miguel Ángel Mancera no supo enfrentar el conflicto y pretendió que el costo político y social fuera asumido por el Gobierno Federal, pero para su desgracia las últimas encuestas señalaron que la popularidad del Jefe de Gobierno mermó en casi un cincuenta por ciento, lo que habla de una profunda decepción de quien encendió la llama de la esperanza con una votación histórica en la que sacó cerca del cuarenta por ciento a su más cercana perseguidora, Beatriz Paredes Rangel. Eso colocó a Mancera como un gobernante fuerte, carismático, y con una amplia base social que le permitiría maniobrar adecuadamente para la estructuración de reformas que le otorgaran una personalidad propia a la sede de los Poderes Federales.
Esos índices de votación que legitimaron su llegada al gobierno de la Capital de la República sin ser militante del Partido de la Revolución Democrática, le pudieron haber otorgado la posibilidad de maniobrar hacia el interior del perredismo para limpiarlo de las nefastas falanges radicales que en los últimos meses han enseñado que su principal interés es la destrucción antes que la construcción de acuerdos. Mancera no supo aprovechar ese bono democrático con el que llegó a ejercer su tarea gubernativa, y prefirió acomodarse buscando quedar bien con todos, lo que solamente provocó que le tomaran la medida y lo arrinconaran ante las descaradas tomas de calles y de instalaciones cuyos principales usuarios son todos los ciudadanos.
Muchos han afirmado que Miguel Ángel Mancera fue débil ante los embates del perredismo radical, y que eso le disminuyó su capacidad de maniobra con las otras corrientes. Los encargados del manejo de su imagen hablan de que existió permisibilidad y no debilidad, pero ante sus gobernados la característica que permeó fue la debilidad. El problema para Mancera se llama René Bejarano y Marcelo Ebrard, que ya probaron que pueden hacer cuanto esté de su parte para destruir lo que le queda de prestigio y de apoyo de algunos sectores moderados del partido que lo llevó al poder. En lo personal creo que Mancera fue permisivo, y eso le generó una brutal debilidad de la cual le costará mucho deshacerse. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.