LA PERDIDA DE IDENTIDAD

sinpunto

 

Michoacán está que arde y en lo personal creo que el Gobierno Federal se tardó en reaccionar. No sé si haya sido una estrategia planeada de esa forma, pero me parece que no había necesidad de desgastar tanto al gobierno de Fausto Vallejo abandonándolo a su suerte.

De cualquier forma no es algo que se resolverá simplemente porque llegó el Ejército Mexicano a imponer el orden, pues hasta en tanto no se aprehenda a los principales líderes de Los Caballeros Templarios no habrá paz en el estado. Ante la eventualidad de que las cosas se salieran del control, lo primero que se puso sobre la mesa fue la unidad de las acciones y las fuerzas políticas, pero la nota discordante la puso en Partido Acción Nacional al pretender sacar raja política de la crisis, caso contrario al PRD quien se unió solidariamente a las acciones emprendidas por el Gobierno Federal.

Quizá haya sido producto de que algunos de los principales elementos del blanquiazul prefirieron proteger los intereses de la familia Calderón, quien para algunos es la culpable del escalamiento que tuvieron algunos familiares con los criminales. Esto evidencia que tan profunda es la crisis en el partido que gobernó dos sexenios. El Partido Acción Nacional fue una buena oposición desde su formación porque para sus militantes la doctrina y los principios estaban por encima de cualquier otra cosa. Sus hombres y mujeres se caracterizaban por su probidad y honestidad, lo que les daba autoridad moral. Empresarios en su mayor parte, clase medieros y católicos, los panistas estuvieron muchos años a la espera de una oportunidad para mostrar que tenían los tamaños para significarse como una verdadera opción de gobierno.

Tuvieron líderes con buena fama pública: renombrados y reputados. Hacían honor a su militancia, aunque la verdad es que nunca visualizaron el triunfo como meta porque enfrente tenían una maquinaria del poder que los avasallaba. Un hombre que sabía de publicidad decidió buscar a otros que entendieran del tema y determinaron que para acabar con la hegemonía del partido de Estado no hacía falta más que generar conciencia entre los mexicanos de que el país requería de un cambio. La sola palabra “cambio” caló muy hondo en la memoria colectiva. Esa fue la culminación de un plan urdido casi veinte años atrás cuando el Presidente José López Portillo decidió nacionalizar la banca mexicana, provocando que los empresarios se reunieran para decidir que era la hora de comenzar la verdadera lucha para arrebatar el poder a los tricolores.

El panismo llegó al poder y lo entregó a los empresarios que pusieron el dinero. El PAN perdió el poder desde el inicio y sus hombres y mujeres cambiaron los principios y la doctrina por la ambición. Los priístas regresaron al poder utilizando las mismas armas de los panistas cuando los echaron doce años atrás. Los panistas perdieron el poder, y nunca recuperaron los principios y la doctrina que los hizo respetables. Tan malos políticos fueron que ni Vicente Fox ni Felipe Calderón pudieron decidir quién sería el sucesor como se acostumbró desde la formación del sistema político mexicano. Santiago Creel y Ernesto Cordero nunca tuvieron posibilidades a causa de su propia incompetencia. Hoy el panismo se debate entre dos identidades: la de ese pasado reciente, o la que merecen los militantes para seguir manteniendo la mística que les dio origen. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.