Es injusto que los poderosos tengan mecanismos para acumular riqueza y evadir impuestos.
Es injusto que en México haya modernos encomenderos, esos a los que el Estado concede concesiones de algo que pertenece a todos los mexicanos, y que las explotan obligando a los ciudadanos a que paguen servicios caros y deficientes. Es injusto que se publiquen los nombres de los particulares morosos y que se oculten las condonaciones que se hacen a los grandes emporios del país y que alcanzan cerca de los trescientos cincuenta mil millones de pesos. Es injusto que las grandes prestadoras de servicios sujeten a los simples ciudadanos a contratos leoninos para brindarles servicios sin que la Procuraduría Federal del Consumidor haga algo, y cuando el particular acude a solicitar intermediación resulta que el arreglo está encaminado a satisfacer y proteger los intereses empresariales.
Es injusto que un simple ciudadano pase la mayor parte de su vida tras las rejas por haber hurtado, robado o apropiarse de dinero que no es suyo, pero al poderoso que aprovechando la libertad del mercado roba a los ciudadanos alterando precios para Acumular cuantiosas fortunas se le concede reconocimiento y respeto. Es injusto que los políticos decidan la forma en que se aplica el dinero de los mexicanos, y se apropien de un porcentaje simplemente porque también deciden a quien se contrata y a quien se le compra. Es injusto que los mexicanos observemos impávidos la forma en que se dilapida nuestro dinero en programas sin resultados, en gastos superfluos, y en personal que poco hace por honrar el servicio público.
La frontera entre lo justo y lo injusto es muy delgada y en algunas veces inexistente. Lo injusto se confunde con lo justo dependiendo del interés y del lado donde uno esté. Por eso es difícil saber qué es lo justo y lo injusto, pues la justicia depende de los valores y principios de una sociedad, y de las creencias individuales de cada persona. Algunos entienden a la justicia desde lo razonable, otros intentando definir lo equitativo, y los más acuden a lo indicado por el derecho. La clásica representación de una mujer sosteniendo una balanza y los ojos tapados produjo la frase aquella de que “la justicia es ciega”, pero los encargados de impartirla se han quitado la venda para actuar de acuerdo a su propia conveniencia.
Los impartidores de justicia tienen mucho de mercenarios y poco de justicieros, los procuradores de justicia son más efectivos haciendo política que profesionalizando al personal para que entreguen mejores resultados a los ciudadanos. Solamente la autonomía del ministerio Público terminará con la corrupción y la discrecionalidad en el interés jurídico, porque se protege más el de los poderosos que el de los menesterosos. Aunque en la letra de la ley ambos valgan lo mismo y exista la misma obligatoriedad para protegerlos, la realidad indica que primero es el interés de los que más tienen y después los que menos tienen. Para decirlo de otra forma, la justicia en México no tiene el mismo rasero porque los políticos y empresarios entienden la justicia según sus propios intereses, y para nuestra desgracia éstos no son los mismos de la mayor parte de los que habitamos este México tan nuestro y a la vez tan injusto. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.