Las descripciones de los ricos sexenales en este país resultan diversas y hasta ahora todas han pasado de la leyenda a la realidad, de la referencia al detalle, de la admiración a la denostación, del encono al vituperio, y del lamento al reclamo a los responsables, sobre todo de aquellos que han dilapidado los caudales públicos y que han dispensado innumerables favores a sus cómplices, y a los poderosos empresarios que todo lo quieren y todo lo obtienen del gobierno. Hay sexenios que se han distinguido por la desvergüenza de unos y otros, y aunque al final las cosas salen a la luz pública generando expectación, encono y diatribas, los principales impulsores de esos deleznables actos de oprobio y corrupción gubernamental han sido protegidos por quienes les sucedieron en los encargos.
Si algo esperan los mexicanos del Presidente Enrique Peña Nieto es que su promesa de que marcará un antes y un después se convierta en realidad. Lo necesitamos todos y lo merecen las generaciones a quienes heredaremos un país lastimado, empobrecido y corrupto. México merece un destino mejor que el que le han construido sus gobernantes, y digo sus gobernantes porque hasta ahora los registros de la historia no marcan excepciones y ni siquiera referencias de la honorabilidad de quienes abrazaron la presunta profesión de servir a su patria. México no tiene referentes de honorabilidad entre sus gobernantes, y me parece que el señor Peña tiene la gran oportunidad de marcar la diferencia, de escribir ese capítulo de la historia que tanto nos hace falta.
Las "comaladas de millonarios" a que tanto hacen referencia las crónicas gubernamentales están registradas en nuestra historia, y los principales protagonistas son los hombres del poder, esos que hacen posible que las cosas ocurran, aunque en la mayor parte de las veces en detrimento del interés común cuando debiera ser el principal motivo de su actividad política profesional. La historia ha planteado y replanteado diversos capítulos en los que la riqueza y el protagonismo de unos cuantos es el principal elemento, pero lo que no se ha dicho con la suficiente fuerza es que la brecha entre pobres y ricos se ha incrementado considerablemente al paso de los años.
En las últimas semanas se han referenciado lamentables hechos en los que se ha involucrado a prósperos empresarios que ahora sabemos no han obrado con la probidad que se esperaría por su cercanía con las estructuras del poder. Uno de ellos, independientemente de los favores recibidos durante años por las complicidades que lo enriquecieron desmesuradamente, ahora es un proscrito de la justicia. Gastón Azcárraga tiene que responder por el uso de recursos de procedencia ilícita, y por los delitos cometidos en detrimento de los trabajadores de Mexicana, a quienes defraudó y condenó a padecer un brutal destino sin que los gobernantes del sexenio pasado se condolieran de ellos. Javier Lozano debiera colocarse una máscara para ocultar su desvergüenza, pero su cinismo sigue siendo rampantemente ofensivo para todos los mexicanos. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.