Vaya con la andanada que ha estado recibiendo el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, a causa de la baja en las expectativas del crecimiento del Producto Interno Bruto que el mismo ofreció para este año. Me parece que más que una protesta o críticas acerca del porqué de la disminución de dichas expectativas, lo que están buscando sus más acervos críticos es disminuir su presencia y su influencia en el sector. Para decirlo de otra forma, en las criticas se observa una
sola intención, desgastarlo, y esto tiene aristas dentro del campo de lo político y lo económico. No podemos olvidar que en este país el progreso de algunos sectores en los ámbitos descritos siempre se ha basado en la derrota de los antagónicos. Esa es la forma en que los mexicanos hacemos política, y también negocios.
Desde luego que el hecho de salir a ofrecer expectativas de crecimiento en el Producto Interno bruto sobre la base del 3.9 por ciento puede resultar difícil, pero también hay que decir que las expectativas económicas siempre se deben manejar dentro de los márgenes de lo alcanzable y realizable en el campo de lo positivo. Aunque del otro lado la impaciencia también forma parte de la realidad política de un país como el nuestro, inmerso en crisis desde hace poco más de treinta años, lapso en el cual los mexicanos hemos observado una brutal disminución en nuestra capacidad adquisitiva.
Quizá también haya impactado el hecho de que los promocionales acerca de las reformas estructurales ofrecían resultados en el corto plazo, lo que ha sido aprovechado por los detractores del señor Videgaray pretendiendo su crucifixión en los medios de comunicación. Sus enemigos pueden ser fácilmente identificados dentro del sector financiero, y quizá, para ser más preciso, dentro de quienes hasta los sexenios blanquiazules manejaban las políticas financieras desde el Banco de México.
El Presidente Enrique Peña Nieto reforzó el discurso del titular de Hacienda en el sentido de que las reformas otorgarán a la economía mexicana la posibilidad de transitar de un crecimiento económico inercial hacia un dinamismo sostenido. Lo que nadie ha explicado es que las reformas estructurales no funcionarán por si mismas, sino que dependen de las leyes secundarias de muchas de ellas. Hasta ahora todo el peso de la pretendida bonanza económica ha recaído en la mal llamada Reforma Hacendaria, que se quedó simplemente en una miscelánea fiscal, y eso no es suficiente. Los saben los especialistas y de cualquier forma juegan con ello haciendo las contras a quienes representan a la parte gubernamental.
Ni crisis ni recesión fue la afirmación del señor Videgaray y quizá tenga razón. Aún cuando este país está en crisis desde hace algunas décadas, esta no se ha profundizado a niveles mayores en función de que no hemos dejado de crecer. Desde hace casi treinta años el Producto Interno Bruto se mantiene en el promedio anual de 2.4 por ciento, y de resultar ciertas las expectativas replanteadas por Luis Videgaray Caso, estaríamos ante la eventualidad de un marco del cual partir hacia la consecución de nuevas metas en materia económica, algo que las actuales generaciones de mexicanos desconocen. Si El gobierno de Enrique Peña Nieto alcanza el crecimiento replanteado de 2.7 por ciento, los críticos tendrán que reconocer que estamos ante una etapa diferente en el despegue de nuestra economía. Así de simple. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.