Son pocas como sabemos las cosas que marchan bien en México, desafortunadamente. Por ello, y muy al margen de la propaganda oficial en boga, cuando se hacen bien y mejor las cosas en el país, hay que destacarlas. ¿O no? A mí al menos me encantaría que cada vez que registro
algo en este espacio o bitácora, pudiera ser positivo, favorable, alentador. No tengo nada en contra de dar cuenta de circunstancias favorables, avances, progresos en una palabra.
Pero desafortunadamente como dije antes, uno constata con mayor frecuencia que las cosas marchan mal en México desde hace ya varias décadas. Supongo sin embargo que más favor se hace al país en apuntarlas, no con el ánimo marchito de quienes ven casi todo con un enfoque amargoso, sino con el propósito de ponerlas en la mesa nacional para resolverlas o alentar alternativas de solución.
Así que cuando uno mira que algo funciona bien e incluso muy bien, pues también hay que decirlo, destacarlo, subrayarlo, de manera objetiva y sin actitudes serviles o mucho menos.
El preámbulo viene al caso de lo que acabo de atestiguar en vivo y directo en el denominado Servicio de Administración Tributaria o SAT. En atención a una cita programada por la internet, acudí una de estas mañanas a las oficinas de El Caballito, si, allá en Reforma 10. El respeto al horario de la cita establecida, la atención del personal a cargo desde el primer acceso, la adecuada orientación fiscal, el buen ánimo de servicio y bueno, hasta el cafecito que obsequian al causante fiscal, todo, absolutamente todo, marcha bien y mejor.
Esto es digno de comentar, más aún porque como es ya costumbre –lo sabemos todos- prácticamente todo aquello que “huele” a gobierno, causa molestia, predisposición en contra, tormento ciudadano. ¡Es gobierno! Referimos con frecuencia con un tufo de desencanto, irritación o molestia al menos. Incluso sugerimos y nos hacemos el propósito de cuanto menos tengamos que lidiar con cosas del gobierno, nuestras vidas serán mejor.
En México, como en cualquier país del mundo, el primer contacto entre gobierno y ciudadanos ocurre a través de la policía y nadie o casi nadie quiere saber nada de los policías mexicanos. Es necesariamente el primer enlace, pero incluso sugerimos, aconsejamos a nuestros hijos con frecuencia que eviten en lo posible el trato con policías a fin de ahorrarse problemas. ¿O no? Esa es la expresión clara de la generalmente mala imagen que forjamos del gobierno que tenemos. Ni que ahondar de las relaciones del ciudadano con muchas oficinas públicas o gubernamentales del país.
Con ese telón de fondo construido a través de los años, es que debo decir que me causó una rara satisfacción el nivel de servicio y calidad humana del SAT del Caballito, aun cuando me parece que es un común denominador de esta institución. Entiendo claro que se trata de un organismo clave para el gobierno mexicano, pero me alegra y aún entusiasma como ciudadano contar con un organismo de calidad que pertenece y sirve a nuestro estado mexicano. ¡Enhorabuena! Sobre el SAT concedo razón al gobierno: lo bueno cuenta y cuenta mucho. Ojalá inspire a otras muchas dependencias oficiales.
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