Llama la atención que en un México asido con alfileres, los políticos que aspiran a gobernar lleguen a la competencia bajo una nube de sospecha. Esto, a contrapelo de un momento nacional en que se predica hasta la saciedad la transparencia y la rendición de cuentas.
Ajá.
El punto viene a propósito de los perfiles que proyectan los principales candidatos a gobernar el Estado de México. Está claro que ninguno de los candidatos que pueden alcanzar la gubernatura mexiquense se salva de la sospecha, lo cual es grave de suyo, aun cuando buena parte de los electores afines a una causa suponga que sólo se trata de un capítulo más de la llamada “guerra sucia” en tempos electorales.
Vea si no. A Del Mazo, el presunto puntero en la competencia mexiquense, se le asocia con toda clase de triquiñuelas del llamado grupo Atlacomulco, cuyo jefe político en este momento habita en la residencia oficial de Los Pinos. Pero no sólo eso. De igual forma , A Del Mazo, hijo y nieto de gobernadores mexiquenses, se le asignará la tarea de “cuidar el negocio” en esa entidad. Quienes lo conocen saben que es un político gris y sin ideas propias, que estudió en Harvard con una beca presuntamente indebida de Pemex. La sospecha lo atenaza.
Delfina Gómez, la abanderada del PRD también conocida como “la maestrita”, está sujeta a la sospecha de coacción para rasurar la nómina de empleados del ayuntamiento de Texcoco –Tetzcoco según el vocablo náhuatl- a fin de juntar fondos. La práctica, si es que la perpetró Gómez, poco o nada sorprende en un país como México donde es el pan nuestro de cada día y donde todo se negocia con propósitos mercantilistas y políticos. Delfina también está dentro de la órbita de la sospecha.
Y Josefina Vázquez Mota, ni hablar. Sigue sujeta a la enorme sospecha de qué fue lo que hizo con casi mil millones de pesos de fondos federales canalizados a su fundación dizque para ayudar a mexicanos emigrantes y residentes en Estados Unidos. La pregunta básica es y “¿acaso no hay una red consular bastante extendida por cierto para apoyar a nuestros connacionales en el país vecino? La sospecha es mayúscula igualmente.
Y por si fuera poco ahora también resulta que Juan Zepeda, el abanderado perredista, que se autodenomina como el caballo negro que tras alcanzar puede ganar, pues también está envuelto en la sospecha de si no es parte de una estratagema muy bien negociada para socavar la candidatura de Morena. Zepeda, el joven del barrio que despuntó hasta lograr la candidatura del PRD al estado de México, también aparece bajo una nueve de sospecha. Nadie se salva, en pocas palabras.
Uno de estos cuatro candidatos “sospechosos” será el próximo gobernador (a) del estado de México, la auténtica cereza del pastel o la joya de la corona como se ha dicho bastante de cara a la preservación del poder priista. ¿Y entonces?
Dicen quienes saben que la mujer del César no sólo debe ser decente, sino parecerlo. Pero en este caso ninguno de ambos preceptos brilla a la vista. ¿O si?
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