Indepen ¿qué?

 

singladura

Casi un centenar de aspirantes presidenciales por la vía independiente se inscribió al término del plazo legal para hacerlo, pero me pregunto ¿para qué? Entiendo y aún comparto el hartazgo social por prácticamente todos los partidos que hoy día saturan el espectro político del país. Pero creo que antes que fomentar tanta fiebre de

aspirantes a correr por la grande, esta energía -¿o ambición?- debiera encauzarse hacia la definición de una agenda nacional de temas clave para comprometer soluciones concretas y específicas a los grandes problemas del país.

Es un hecho que estamos al borde de un desborde –valga- político nacional de semejante índole o naturaleza que con toda seguridad  complicará la gestión que se antoje o impulse desde la perspectiva, remota según creo, de un eventual triunfo independiente en julio de 2018.

Si con una estructura partidista como las que nos agobian desde los diferentes partidos, digamos del “stablishment”, las soluciones a los mayores problemas nacionales, de sobra diagnosticados y conocidos,  se han complicado y aún alejado de las mesas del poder, imagine usted lo que podría pasar con un presunto político “independiente”, que de suyo llegaría, en caso de lograrlo, al poder con una base ínfima de respaldo y más bien enfrentado a las estructuras del poder establecido, peores aún porque estarían dolidas de su propia derrota.

Como ejemplo está el desempeño del llamado “bronco”, maniatado, atado, pero además, sin la real intención de actuar como “independiente” por sus ex lazos partidistas.

De cierta forma lo vivimos ya con el señor con  botas que llegó a Los Pinos. Fox fue un “outsider” del PAN como sabemos. Dejó muchas lesiones y heridas en su aparatoso paso hacia el poder. Peor aún, llegado al mando nacional prefirió descalzarse las botas y ceder buena parte del mando presidencial a su ambiciosa pareja. De allí surgió la pésima “pareja presidencial” que el país sufrió seis años y que amenazaba con propagarse un sexenio adicional si es que la clase política se hubiera descuidado o cedido a las intenciones de la señora Sahagún.

Del hastío hacia los partidos digamos establecidos o “grandes”, estamos en el umbral de ir al otro extremo. El extremo de los llamados “independientes”. Reflexione. ¿Cuántos de ellos podrían ser considerados aspirantes auténticamente independientes? Sólo algunos de los 85 registrados, si acaso. El grueso de ellos con trabajo se representan así mismos y nadie o muy pocos, los conoce. Y esto último podría ser lo menos importante en todo caso. El drama es la definición de cómo gobernarían en una estructura políticamente apalancada, en la que nadie seguramente cedería.

Más bien y en el hipotético caso de que ganara un “independiente”, se abriría casi de inmediato un problema de gobernabilidad o gobernanza.   Aún más, ya pasada la cabala de julio próximo, el “independiente” tendría que tejer una red mínima suficiente para gobernar a cambio de concesiones, prebendas y canonjías. O de un dejar hacer y/o pasar, al estilo Fox

De orígenes castañeristas, el candidato “independiente” podría ser la novedad en el mejor de los casos del próximo proceso electoral, pero nunca la solución de los problemas críticos del país. Prefiero ver desde ahora una plataforma de acuerdos básicos con el entramado político para determinar posibles y eventuales soluciones. La fragmentación del poder, ya vista desde la reforma del 97, sólo ha ampliado el espacio dizque de la representación del poder público nacional, pero poco o nada ha abonado a la resolución de los peores dramas del país. En pocas palabras, urgen menos circo y más política.

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