El Consejo Nacional del PRD aprobó por mayoría y 10 votos en contra la alianza de ese partido con nada menos que Acción Nacional y Movimiento Ciudadano. Ninguna novedad en el frente como puede verse, salvo que fue confirmada una alianza que bien puede calificarse desde ahora como “non sancta”.
¿Por qué? Baste señalar para empezar que se trata de una alianza de políticos en aprietos que buscan a toda costa salvar el pellejo de cara a las elecciones del 2018.
¿Qué es hoy el PRD? No mucho. De aquel partido que entusiasmó a millones de potenciales electores mexicanos hartos del priismo, apenas queda una pálida sombra bajo la dirigencia –de alguna forma hay que nombrarla- de la señora Alejandra Barrales, una encumbrada política al más viejo estilo de muchas de sus colegas en otras toldas partidistas.
Es curioso. Al igual que el PRD, Barrales es una sombra de lo que fue: una mujer que prometía un ejercicio político diferente a aquel que nos tenían acostumbrados los viejos moldes priistas. Pero además, Barrales representaba la frescura y lozanía de una política de izquierda que abriría nuevos caminos en la escena pública nacional. Pero nada.
Su estilo de vida, sus aspiraciones materiales y el empecinamiento
por el poder la condujeron en buena medida al sitio que hoy ocupa en el imaginario y escenario del país. Poco aporte para la causa, muchos dividendos para el peculio según se constata en el abultado número de escrituras que alberga en alguna de sus muchas propiedades dentro y fuera de México. Barrales se perdió en el camino y dejó con un palmo de narices a sus esperanzados seguidores.
Hoy se aferra a un mando político hueco y sin esencia política-ideológica alguna. La mandan sus jefes, el más visible de ellos, aunque no el único, Miguel Ángel Mancera. Ahora se entiende mejor con las élites, mucho más redituables claro.
Del PAN tampoco queda mucho. Sus presuntos dirigentes se disputan cualquier espacio posible y aún imposible. El niño Anaya ya dio muestras repetidas de su talento para la traición y la consolidación del peculio propio y familiar. Entre las víctimas que dejó en el camino destaca Gustavo Madero Muñoz, su ex padrino político y hombre fuerte hasta 2015. Ahora pasa sus días cobijado en Chihuahua.
Poco puede decirse igualmente del Movimiento Ciudadano, salvo por algunos avances derivados más de la novedad y el hartazgo ciudadano que por la solidez de sus cuadros y posiciones de vanguardia política. Es después de todo una agrupación en germen que requiere asirse de mejores lanzas para persistir.
Y de esa trilogía política tan inimaginada e inimaginable ¿Qué podrá salir? Una corriente política con la capacidad necesaria mínima negociadora para pervivir de los presupuestos públicos del país. Esto lo saben mucho mejor la señora Barrales, el niño Anaya y don Dante Delgado.
A Barrales, claro, le corresponderá definir y suscribir dentro del convenio de coalición la forma de elección del abanderado presidencial. ¡Qué casualidad! Mancera debe estar frotándose las manos, lleno de júbilo.
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