Estos son los presidenciables mexicanos hasta el momento, pero a decir verdad ni son todos los que están ni están todos los que son.
Es casi seguro que aparezca por allí el ex bronco y ex priista, Jaime Rodríguez Calderón, sin que se descarte que también figure Margarita Zavala de Calderón, si es que logra romper el rezago al que la ha confinado su mal cálculo político para suerte de muchos mexicanos que la vemos como la zaga de su esposo, el señor Calderón Hinojosa. ¿Alguien más? ¿Quién se apunta?
Antes de 48 horas, iniciarán conforme lo previsto las precampañas, los primeros escarceos o rounds de sombra para que los electores del país empecemos a mirar qué hacer, por quién decantar nuestras preferencias, a favor de quién apostar de nueva cuenta con la renovada esperanza, si acaso, de que esta vez si no nos falle “el bueno para la grande”.
Pero con todo y los llamados independientes que pudieran competir y mucho menos con el aterciopelado señor Meade, al que pretende el PRI camuflar como el más límpido de los aspirantes, pudiera decirse que el país tiene mucho de dónde escoger.
De manera más objetiva puede decirse que “la caballada está flaca”, para repetir la afortunada frase heredada por el extinto rey sindical mexicano que se llamó Fidel Velázquez.
Lo cierto y sin ánimo de agüitar al electorado y menos a los seis millones de nuevos votantes mexicanos que se estrenarán en julio próximo, es que hay poca tela de dónde cortar. Es así que opera todavía el sistema político mexicano, que practica con enorme éxito desde hace mucho tiempo ya el gatopardismo más puro.
¿A quién confiar el voto de los que pelean desde ahora por tenerlo? El caballero ilustrado Meade sólo es, si acaso, una impecable hoja académica que nos quiere endosar el PRI como la panacea nacional. A Meade lo sacaron de la chistera como la solución, pero desde ahora anticipo que con él en la presidencia, México será una copia fiel de lo que hemos visto los últimos cinco años. Meade es el caballo de troya priista.
En López Obrador cabalga el enigma, es la apuesta si acaso entre lo que conocemos que no queremos y la cabalgadura sin freno alguno que representa el joven maravilla, demasiado villano para su corta edad.
¿Qué hacer? Aguardemos. Observemos una calma aguda que nos permita mirar qué hacer frente a una caballada famélica, pero ansiosa.
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